Un ingeniero industrial que a sus 37 años desarrolló unas ocho innovaciones entre los que se cuentan un velador capaz de detectar monóxido de carbono y una funda para celulares que bloquea radiaciones, aseguró que si bien "la función del inventor termina cuando se logra un prototipo" que soluciona el problema de partida, cada creación "es como un hijo que uno quiere que se desarrolle y viva".
Se trata del bonaerense Luis Maenza, integrante de la delegación Bahía Blanca de la Asociación Argentina de Inventores que acaba de ser premiado como uno de los "Diez Jóvenes Sobresalientes 2018” de Argentina por una de las mayores organizaciones juveniles del mundo, la Cámara Junior Internacional.
"Inventar es solucionar problemas que primero deben ser identificados como tales, porque muchas veces aceptamos que algo 'es así', cuando puede ser mejorado", dijo a Télam el joven inventor.
Y agregó: "La función del inventor termina cuando se logra el producto que da solución a ese problema y queda sólo la cuestión comercial. Llegado este punto, para mí es mucho más interesante cederlo, porque tengo una ocupación que me gusta mucho, la docencia ".
No obstante, “lo que el inventor quiere es que su proyecto se haga, salvando ese valle de la muerte que se produce entre el prototipo y la comercialización por la falta de capital. Un invento es igual que un hijo que uno quiere que se desarrolle y viva, y al cual no se le ven los defectos”, dijo.
Maenza explicó que “hay diferentes niveles de desarrollos” entre las invenciones o innovaciones patentables y, más que inventos propiamente dichos, sus creaciones son lo que se denomina “modelo de utilidad” que es cuando “se toman dos cosas que ya existían, pero que juntas generan una nueva función”.
“El el caso de nuestro velador: la tecnología siempre existió pero casi nadie tiene un detector de monóxido en su casa. Lo que nos propusimos fue hacer que esa tecnología sea masiva fusionándola con un equipo que tenemos todos, para que la próxima vez que te compres una lámpara de cama, optes por una que además te cuida”, contó.
Respecto al estereotipo del inventor, Maenza reconoce que, “tiene algo de realidad”.
“Los inventores tenemos eso de estar abstraídos, pensando la solución a un problema y a veces nos obsesionamos con algo o vamos tras causas perdidas, como puede ser la creación de una ‘máquina de movimiento continuo’, algo que es imposible de que exista según nuestras bases científicas pero que quizás algún día se pueda lograr y eso implicará romper el paradigma como alguna vez lo hizo Einstein o Galileo”, dijo.
Y para que el conocimiento derribe éste y otros límites es fundamental “estimular la inventiva”, algo que Maenza se propone como profesor de la Universidad Nacional del Sur pero también como integrante de la Delegación Bahía Blanca de la Asociación de Inventores, una entidad creada hace 17 años que cuenta con unos 20 integrantes.
“Entre los que vienen por primera están los que tienen la idea resuelta y quieren saber cómo patentar, y los que tienen sólo una parte y necesitan completarla. A los primeros les enseñamos estrategias para proteger su invento y les aclaramos que no nos interesa saber de qué se trata para que no haya miedo al robo”, aseguró.
Maenza tiene otros desarrollos innovadores, como es el caso de un sistema de producción de agua potable a partir de agua de mar más eficiente y económico que los disponibles en el mercado, y una cámara para facilitar el adelantamiento entre vehículos “mejor que la de Samsung”. Sin embargo, no tiene ninguna patente.
“Yo prefiero no registrar porque no quiero lucrar con ‘la idea’: o hago el producto e invierto el dinero de la patente en producir y me protejo haciéndolo bueno y barato; o lo hago público”, precisó el joven bahiense.
“Soy de los que piensa que el desarrollo colaborativo es algo más positivo el exclusivo, aunque sí creo está bien competir y ganar plata con los productos”, concluyó. (Télam)