La mision SAC-D Aquarius en 2011 fue todo un desafio para cientificos argentinos

El diseño y desarrollo del satelite SAC-D Aquarius, que se logro poner en orbita hace 10 años fue, “sin dudas, la mision mas compleja desarrollada hasta ese momento” desde lo tecnologico, aseguro Sandra Torrusio, investigadora principal de la

Argentina 09 de junio de 2021 Agencia Télam
El diseño y desarrollo del satélite SAC-D Aquarius, que se logró poner en órbita hace 10 años fue, “sin dudas, la misión más compleja desarrollada hasta ese momento” desde lo tecnológico, aseguró Sandra Torrusio, investigadora principal de la Conae, a cargo de la misión y destacó el trabajo de profesionales argentinos que realizaron instrumentos “muy sofisticados” que formaron parte del dispositivo.
El 10 de junio de 2011 se lanzó el cohete Delta II desde la base militar estadounidense de Vanderberg que puso en la órbita terrestre a una altitud de 650 kilómetros el satélite Aquarius, diseñado y construido en argentina por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae).
El principal objetivo del satélite es medir la salinidad del océano, para ello, contó con un sensor aportado por la NASA, pero al que se incorporaron una serie de elementos clave para la recolección y análisis de datos así como también para obtener otro tipo de información en materia “oceanográfica, climática y ambiental”.
“Si bien el sensor Aquarius fue el instrumento estrella, hay que destacar la complejidad de los demás elementos desarrollados por la Conae, junto al sistema científico tecnológico nacional, con los que se complementaron las estimaciones y mediciones de ciertos parámetros en el océano” afirmó la especialista y remarcó que estos elementos deben son “muy sofisticados y precisos”.
Torrusio, que siguió el lanzamiento por videoconferencia desde una de las sedes que el organismo espacial tiene en Córdoba, afirmó que “el desarrollo tecnológico que tuvo el SAC-D fue, en su momento, la misión más compleja que afrontamos”.
En este sentido, explicó que “parte de los instrumentos aportados por Argentina” fueron “un radiómetro de microondas que permitió estimar el viento en la superficie del océano, la concentración de hielo marino y la precipitación sobre el océano; una cámara térmica que fue desarrollada junto al IAR (Instituto Argentino de Radioastronomía) y la Agencia Espacial canadiense que permitió estimar la temperatura superficial del mar”.
Otro instrumento desarrollado junto a la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) fue “un sistema de colección de datos ´in situ´, un receptor arriba del satélite que recibía las señales de estaciones meteorológicas en tierra y así pudimos monitorear a lo largo de casi dos años en Antártida algunos glaciares junto al Instituto Antártico Argentino (IAA) y una cámara de alta sensibilidad que funcionaba de noche”, precisó Torrusio.
A su vez, remarcó que se trató de “una misión muy colaborativa a nivel internacional”, y precisó que la agencia espacial francesa “aportó un instrumento para estudiar qué pasa con la radiación cósmica que llega a los distintos componentes del satélite” y que su par italiana otro “que servía para técnicas de radio ocultación y tener cierta caracterización de la atmósfera”.
“Fue realmente un observatorio para el clima, el océano y el ambiente”, apuntó la especialista y agregó que: “fue una misión con mucho desarrollo, mucho trabajo, en la que se pusieron a prueba un montón de sistemas, conocimiento y la articulación de todo el sistema científico tecnológico nacional”.
La Conae celebró, el pasado 28 de mayo, su 30 aniversario posicionada como referente mundial de la industria satelital latinoamericana, con cinco misiones satelitales completadas, Centros Espaciales y Estaciones Terrenas de vanguardia y proyectos que contemplan el lanzamiento de un nuevo satélite, la nueva edición de los Saocom y la fabricación de propios vehículos lanzadores. (Télam)
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