Eva Giberti: El homicida disfruta al apropiarse de una vida y es inspiracion para otros

En nuestro país los feminicidios se habían convertido en información cotidiana. No resultaba asombroso leer o mirar en televisión los datos que, con mayor o menor detalle, describían las puñaladas o la incineración de la mitad del cuerpo de la víctima y la muerte posterior.
El homicida, que disfruta al apropiarse de esa vida, es inspiración para tantos otros que desearían hacer lo mismo y no se atreven, pero gozan con la decisión del otro.
Si nos preguntásemos ¿Cuántos querrían matar a una mujer? Alcanza con leer la estadística de estos días: Jordana Rivero en Mar del Plata; Brenda Micaela Gordillo en Catamarca; Guadalupe, una niña de Lobos; Octavia Colque de Las Toninas; Agustina Atencio de Río Negro; Mónica Ramos de San Luis.
Están pendientes los que mastican el próximo feminicidio, los que "lo tienen in mente para cuando llegue el momento", con lo cual estoy diciendo que el deseo de matar ocupa su tiempo y no brota repentinamente en lo que antes se llamaba un crimen pasional.
El deseo de matar, que nos acompaña a todos los humanos, encuentra su cauce si la mujer se torna peligrosa para el narcisismo del varón. No soporta que ella, voluntaria o involuntariamente, lo enfrente con su debilidad de macho perdedor en un mundo donde ya no manda como el patrón de todas.
Sin pretenderlo, su mujer se lo recuerda y el puñal asesino le permite gozar del acto de matar.
¿Pueden vivir en comunidad estos homicidas? Imposible generalizar. Pero son aquellos entrenados en obedecer al deseo de matar. (Télam)