El avance de la Revolución Bolchevique en Rusia y la propagación de sus ideas entre las masas obreras del mundo hizo que los hechos de la Semana Trágica fueran interpretados por sectores conservadores como parte un complot dirigido por anarquistas, socialistas, comunistas y judíos en general, que emigraron a la Argentina desde el Este de Europa, donde habían sufrido siglos de persecución.
Gran parte de la colectividad judía que se había instalado en Buenos Aires provenía de las frías estepas de Rusia, y llegaron al país con pasaportes expedidos por el imperio de los zares, que se había derrumbado en octubre de 1917 con la llegada al poder del partido de Lenin.
Es por eso que en aquellos años, ser judío era sinónimo de ser ruso, y se trataba de una caracterización muy arraigada en la sociedad de principios del siglo XX.
La huelga de los talleres Vasena despertó el temor de los sectores sociales que pensaban que aquella marea revolucionaria debía ser cortada de raíz, y grupos de jóvenes ligados a las familias patricias consideraron que había que actuar de inmediato.
Esos encuentros se venían desarrollando desde fines de 1918 en el Centro Naval, donde los contralmirantes Manuel Domecq García y Eduardo O'Connor arengaban a esos jóvenes acomodados y se comprometían a darles armas e instrucción militar.
El verano de 1919 se presentó como la oportunidad de actuar para que "Buenos Aires no se convirtiera en otro Petrogrado", como lo decía el propio O'Connor, quien invitaba a los integrantes de la incipiente Liga a "buscar a los rusos en sus barrios".
El grupo atacó bibliotecas de sindicatos anarquistas y socialistas, imprentas, periódicos e incluso asaltaron la sede de FA en el barrio de Once, donde tomaron como blancos otras instituciones de la colectividad judía.
Tres décadas después de los sucesos de la Semana Trágica, Pablo Fishman recopiló los ataque padecidos por los judíos en esa Buenos Aires convulsionada en una obra titulada "El Grito Olvidado".
El autor entregó este trabajo a la Fundación Juan B. Justo y recopila testimonios de hogares atacados, libros incendiados en hogueras que iluminaban las calles y judíos ortodoxos que eran apaleados por los jóvenes de la legión.
La estadounidense Kate Katherine Dreier describió en su libro "Cinco meses en Argentina desde el punto de vista de una mujer (1918 a 1919), los abusos padecidos por los judíos en ese verano porteño.
"Los ánimos se caldearon bastante y se confundió a rusos con judíos. Los judíos eran atacados porque se los tomaba por rusos y los rusos eran considerados bolcheviques. Muchas compañías ya habían cesanteado a todos sus empleados rusos y judíos", describe Dreier.
La autora cuenta además que Alicia Moreau de Justo, médica y socialista, recorría los hogares judíos brindando asistencia y a curar a los heridos".
(Télam)