La noche mas larga de sus vidas: recuerdos de sobrevivencia del crucero General Belgrano

A 40 años del hundimiento del crucero General Belgrano, en el que murieron 323 tripulantes, sobrevivientes relataron a Telam "la noche mas larga de sus vidas": la odisea que debieron pasar durante mas de 24

Política 30 de abril de 2022 Agencia Télam
(Por Agustina Pasaragua y Laura Pomilio) A 40 años del hundimiento del crucero General Belgrano, en el que murieron 323 tripulantes, sobrevivientes relataron a Télam "la noche más larga de sus vidas": la odisea que debieron pasar durante más de 24 horas en altamar bajo un clima feroz, con frío y sin comida, luego del ataque británico del 2 de mayo de 1982.
A las 5 de la tarde de ese domingo 2 de mayo el crucero se hundió por completo, el tiempo empeoró y una fuerte tormenta se convertiría en el peor enemigo de quienes habían sobrevivido al impacto de los dos torpedos del submarino Conqueror.
"Acercarse a la balsa, con la tormenta y con una sensación térmica cercana a los 20 grados bajo cero era una cuestión de vida o muerte", subrayó Darío Volonté, tripulante del Belgrano que se unió a la Marina a los 15 años para egresar como suboficial maquinista naval. Hoy es un cantante lírico reconocido internacionalmente.
En su balsa eran alrededor de 26 personas, dos de ellas estaban gravemente heridas. "Les pasábamos algún ungüento o medicamento que teníamos mientras otros sacaban agua del bote, o inflaban la balsa que por la intensidad de la tormenta se desinflaba permanentemente", repasó el maquinista naval.
Volonté evocó con nitidez las olas de "la altura de un edificio de 3 pisos" que no dieron descanso a los sobrevivientes en una "noche que parecía nunca terminar": "En un momento, nos tapó una ola por completo, estábamos abajo del agua y en esos segundos -que nunca pude calcular bien cuántos fueron- se me pasó por la cabeza todo el carretel de mi vida de un solo golpe".
Asimismo, otras balsas fueron tapadas por las olas y algunas se dieron vuelta ocasionando la muerte de varios de sus tripulantes: "Durante esas 30 horas, sólo pensaba en ayudar a mis compañeros y, a la vez, en mantener el cuerpo caliente de alguna forma, en no dormirme. La verdad es que no tengo palabras para describir esa sensación'', contó Volonté.
Sobre aquellas primeras horas de espera, Héctor Spesot, radiotelefonista del Belgrano, la definió como "una noche complicada", en la que además del frío y el viento había "olas de agua enormes que nos levantaban y nos tiraban para el otro costado de la balsa", detalló.
Sin embargo, Spesot confió que en ese momento él no dimensionaba lo que estaba pasando: "Pensaba cómo iba a contar lo ocurrido cuando llegara a mi casa porque mi familia no podía verme, ni tenía noticias mías".
Otro de los momentos más tensos señalados por el radiotelefonista ocurrió una vez que llegó el ARA Gurruchaga al rescate: tuvo que atar la balsa al barco con una soga para que no se aleje, luego cortaron el techo de la balsa y los sacaron con redes y escaleras.
"Por el frío o nerviosismo vomité mucho; de hecho, recién en el tercer intento pude subirme con una red y agarrarme de las manos de quienes estaban esperándonos", reconstruyó.
Una vez a salvo se encontró con los primeros sobrevivientes y luego se ubicó en el barco para poder descansar: "Recuerdo que nos quedamos sin bañarnos y estábamos desnudos porque la ropa estaba mojada. Como no daba abasto el calor del barco, me recosté en una caldera por el calor que emanaba y porque tampoco alcanzaban las camas", recordó Spesot.
En la balsa del radiotelegrafista comunicante Jorge Alfredo García, los combatientes seguían a la espera de ser rescatados: "Había pasado un avión al mediodía pero no sabíamos nada más y el mar volvía a ponerse bravo. Rezábamos y sabíamos que no sobreviviríamos una noche más como la anterior, el frío estaba en nuestro cuerpo", rememoró el salteño García, quien había llegado al Atlántico Sur desde el norte del país.
En un momento el cielo se oscureció y las esperanzas de los marineros parecían agotarse; sin embargo, la luz repentina del Gurruchaga motivó sus últimos alientos para intentarlo "a todo o nada": "Con las balsas logramos llegar a la luz que veíamos y allí tuvimos que hacer una maniobra complicada", contó el radiotelegrafista.
Primero subieron los más heridos hasta que llegó su turno, entonces tomó con fuerza la escalera para tratar de trepar con la poca energía que le quedaba.
"Me agarré de la escalera y quedé colgado porque no tenía fuerza para seguir subiendo en forma personal. Me levantaron con la escalera y ahí, por fin, estuvimos seguros. Los marineros del Gurruchaga fueron nuestros angelitos de la guardia y gracias a ello nos hicimos grandes amigos", repasó García.
La espera sería aún mayor para el conscripto de la sexta división de artillería del buque, Carlos Acosta, y los otros quince compañeros que lo acompañaban en la balsa: "Fueron 36 horas en las que estuvimos en el mar solos, durante ese tiempo lo único que hacíamos era pelear contra las olas, arrojándonos a un lado y al otro de la balsa, con cuidado para que no se pinchara. Después todo era silencio mientras rezamos por dentro", describió.
Finalmente, en medio del mar oscuro y desolado, una luz encandiló a la balsa de Acosta: era el faro del Gurruchaga.
"Nos rescataron a los dieciséis, nos sacaron la ropa endurecida por el frío con una navaja y nos revisaron los médicos. También nos dieron alimentos y bebidas calientes, como alcohol, hasta el otro día que desembarcamos en Ushuaia", detalló Acosta.
De las tareas de rescate participaron por mar los destructores ARA Piedrabuena y ARA Bouchard, el aviso ARA Gurruchaga y el buque polar convertido a hospital ARA Bahía Paraíso; por aire lo hizo la Escuadrilla Aeronaval de Exploración que despegó sus aviones Neptune desde la base de Río Grande, que fueron claves para el avistamiento de las primeras balsas. (Télam)
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