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20221219 Julio Bárbaro

–En primer término, quiero saber cómo ha vivido usted este tricampeonato de la Selección argentina. ¿Usted es un hombre futbolero? ¿Le interesa este deporte?

Me interesó durante muchos años, hasta los cuarenta. Fui de San Lorenzo. Estaba en la tribuna. Después hubo un momento en que decidí no amargarme más los domingos, entonces dejé de ir. Pero vivo la pasión y estuve prendido a todos los partidos con un nerviosismo enorme, porque todo fue a lo argentino, ¿no? El imposible en la orilla del riesgo.

–Con sufrimiento.

Con mucho sufrimiento, con mucha angustia, con mucho talento. La verdad, fue una maravilla. Lo merecíamos. Y lo de ayer... mire, yo a las once de la noche salí de nuevo a caminar, porque yo vivo en la avenida Santa Fe, y era un aluvión de gente. Yo no podría creer que fuéramos tantos. Y que todos estuviéramos en la calle.

–Y unidos por un mismo objetivo, ¿no? La celebración, en este caso, del fútbol. ¿Nota que este deporte nos une sin ningún tipo de grietas?

No, lo que nos une es la Patria. Nosotros somos una sociedad que en el fracaso se fue imponiendo a la depresión, la idea del exilio, la idea de no salida. Y ayer, el golpe, el impacto, fue el patriotismo. Nos encontramos con ese sentimiento profundo. Marechal decía: “La Patria es un dolor que aún no tiene bautismo”. ¿Y qué es la Patria sino aquello que compartimos todos? Y la grieta nos había destruido como Patria y como racionalidad. La grieta es la codicia, es el fracaso, es la mediocridad, es el acomodo. Y el deporte es el talento y la competencia como exigencia cotidiana. No hay herencia, no hay acomodo, no hay agachada. Y me parece que ayer triunfó lo mejor de nosotros. Y tuvimos la alegría de encontrarnos con un argentino del cual nos sentíamos honrados. Un pedazo nuestro que daba orgullo, después de tanto desarrollo de la miseria. Un país sin gobierno y sin moneda.

–Usted, en un análisis reciente, ha señalado que el deporte nos volvió a dar una lección de dignidad y de patriotismo a todos los argentinos, pero en la política esto no hay quien lo emule. ¿Por qué motivo?

Porque se necesita grandeza. Y la grandeza es el sueño de trascender. El político tiene que estar al margen de la codicia. Desde el momento en que se hizo normal que los políticos se enriquezcan económicamente, se empobrecieron moralmente. Y ese empobrecimiento les quitó el amor a lo más importante, que es el prestigio.

Yo tengo ochenta años. Anoche salí a caminar y me deben haber sacado treinta fotos. Es poquito, porque no soy un conocido... Pero el hecho de que, a mis ochenta años, después de haber estado en un cargo, me quieran y me saquen fotos, eso es lo único que vale. No tengo posibilidad de viajar en clase business, pero tengo la posibilidad de que la gente me respete.

–En este sentido, ¿usted nota que en la política hay una especie de escasez de talento?

No, no, expulsión del talento. No es escasez. El talento es perseguido en la política. Mire, el otro día lo escuché a (Carlos) Pagni, que es un periodista que levantó el nivel varios escalones, ¿no? Entonces todos vemos a Pagni. Es un personaje importante. Importante porque hizo diferencia. Y después (Luis) Novaresio le hizo una entrevista a Mayra Arena. Esa entrevista fue un deslumbre de inteligencia y conciencia. Era la contracara de Alberto Fernández y de todo el equipo de Alberto: de la mediocridad, de la pobreza espiritual. Era el sufrimiento, el logro y el talento. Ese talento el peronismo no lo puede contener. Como no me puede contener a mí, no porque yo sea talentoso, sino porque no soy cómplice. A mí el peronismo no me permite ir a un canal, a ningún lado.

El peronismo se ha convertido, por los Kirchner, en un espacio ocupado por marxistas oxidados, de donde los peronistas, que fuimos dueños de un pensamiento, fuimos expulsados. Expulsados por los Verbitskys, seres despreciables; por personajes como ese juez de la dictadura que cree que es inteligente; por Jorge Alemán, que es un buen tipo pero es marxista; por todos los marxistas, como Carlos Heller. El marxismo expulsó al peronismo, y el sindicalismo se dedicó a hacer negocios, que es lo único que hace. Entonces, la Argentina tiene una dirigencia que se enriquece económicamente a partir de empobrecer a la sociedad.

–¿Y esto se puede revertir?

Sí, todo se revierte en la vida. La Alemania de Hitler nos regaló a Merkel. Ninguna historia es para siempre.

–¿Y nota que hay un exceso de soberbia en la política argentina?

Para la mediocridad que tienen, tendrían que tener vergüenza, no soberbia. Tenemos brutos que no son humildes. Bueno, normalmente los brutos no suelen ser humildes. Pero es para todos los partidos. El Parlamento da vergüenza por los dos, tres costados. Yo fui diputado con Perón y después lo fui con Alfonsín. La decadencia que vivieron... porque ya no son legisladores, son alcahuetes del gobernador de turno. Y el alcahuete es mediocre y agresivo. La política se construye sobre hombres libres. La Argentina hoy no tiene rebeldía. Usted no encuentra diputados rebeldes en serio, rebeldes contra la injusticia, no rebeldes contra el otro.

–Falta eso...

Falta la rebeldía que tuvimos en algún momento, cuando soñamos un país.

–Pensando en el próximo año, que va a ser un año electoral, ¿cuáles considera que serán los desafíos del gobierno de Alberto Fernández?

Existir (risas). El desafío del gobierno es existir. Es un gobierno que ha pasado a la clandestinidad. Es un gobierno que está más cerca del grotesco... La otra vez hicieron un acto para conmemorar los tres años y no llenaron ni las sillas. Es un compendio de inútiles. Nunca tanta mediocridad invadió la Casa de Gobierno. Por eso le decía, usted la ve a Mayra Arena o, qué sé yo... Pagni le hizo una entrevista al presidente de la Corte, a (Horacio) Rosatti. Y Rosatti muestra una solidez intelectual que yo digo: Bueno, por lo menos tenemos una Corte. Eso que el gobierno quiere expulsar, con este pobre chico que es ministro de Justicia y parece más un boxeador o un guardaespaldas que alguien que transite la sutileza de las leyes