El busto que viajo seis meses en tren y otras historias de quienes preservaron la memoria de Evita

Diferentes historias en varios puntos del pais coinciden en actos de hombres y mujeres comunes que reaccionaron en los momentos previos a que se desatara la infamia y persecucion contra el peronismo tras el golpe de Estado de

Política 23 de julio de 2022 Agencia Télam
(Por Julio El Alí) Diferentes historias en varios puntos del país coinciden en actos de hombres y mujeres comunes que reaccionaron en los momentos previos a que se desatara la infamia y persecución contra el peronismo tras el golpe de Estado de 1955. Fue así como protegieron la memoria de los líderes del Movimiento Nacional Justicialista, Juan Domingo Perón y Eva Duarte, y para ello rescataron bustos y diversos objetos vinculados al justicialismo del accionar violento de los comandos civiles antiperonistas de la llamada "Revolución Libertadora".
A 70 años del fallecimiento de Eva Perón, Télam reunió varias historias de un momento clave para la historia del peronismo. En los días previos a que se desatara el golpe de Estado que derrocó a Perón, quedó demostrado la relación de amor, respeto y veneración que despertó Evita en una gran parte de la sociedad argentina, la que por entonces no permitiría que se elimine toda la simbología justicialista, a pesar de que los militares de entonces hasta habían prohibido nombrar al expresidente.
Así, con pequeños actos simbólicos de personas comunes que no pertenecían a una agrupación o un sindicato, comenzaba la resistencia peronista por parte de la sociedad civil, la cual luego se transformaría en años de lucha para lograr el regreso del líder exiliado en Puerta de Hierro, España.
En Santiago del Estero, más precisamente la localidad de Tomas Young, la historia es protagonizada por la maestra rural Chela Pazos, quien junto a su esposo decidieron en septiembre de 1955 enterrar en un monte el busto de Evita que había sido enviado años atrás por la Fundación Eva Perón.
Chela, fallecida el año pasado, relató en 2016 a El Ciudadano que lo primero que hizo al enterarse del derrocamiento de Perón fue guardar el busto debajo de su cama por temor a la saña de los militares y antiperonistas. Su miedo era fundado: días después revolvieron su casa en busca de toda simbología y el famoso busto, que ya no estaba allí sino en el medio del monte.
Al respecto, la docente rememoró: "Me pareció tan feo enterrarla. Le pedí perdón y le dije: 'Es para que no te rompan, Evita'. La enterramos y la tuve tres meses en el monte".
A los pocos meses, lo desenterraron y trasladaron el busto a escondidas en un tren hasta la ciudad de Añatuya, donde vivía la madre de la docente.
En 1979, Chela se mudó a Rosario y con ella también viajó el busto de Evita que, en 2016, decidió donar al Concejo Municipal de esa localidad santafesina, donde se encuentra en la actualidad.
En Avellaneda radica una historia de trompadas y lealtades. Y sobre todo un periplo que incluyó aljibes y trenes para preservar un busto de Evita que hoy se encuentra en la casa de un militante cordobés, Alberto 'Beto' González, hijo de un sindicalista ferroviario.
La historia comienza la noche del 26 de septiembre de 1955, días después del Golpe, cuando el busto de Evita fue tirado y arrastrado por antiperonistas en una plaza del partido bonaerense de Avellaneda, donde libraron una pelea a golpes de puño con un grupo de trabajadores ferroviarios que, enterado de la infamia, salió a buscar y rescatar la escultura.
Tras recuperarla, esos ferroviarios la enterraron hasta 1969. Ese año, ante una posible vuelta a la democracia, lo desenterraron, lo embalaron y lo enviaron en tren a Río Tercero, Córdoba, como si fuera una encomienda más, relató González al portal Tribuna.
Sin embargo, el traslado no fue tan simple: "Duró 6 meses porque debían esperar a que no hubiera ningún inspector, (además) le cambiaban las etiquetas de embalaje", rememoró González.
Al arribar a Río Tercero, los militantes lo exhibieron en una incipiente unidad básica, pero el busto volvió a ser escondido durante la última dictadura cívico militar en un aljibe de una casa de la localidad cordobesa de Tancacha.
Con la vuelta a la democracia en 1983, volvieron a rescatar al busto del aljibe y lo exhibieron en la misma unidad básica hasta que esta cerró y que el monumento quedó en la casa del padre de Alberto González, quien lo tiene en su vivienda.
El busto de Evita tiene marcas de balas, manchas de pintura, y varios golpes.
"Muchos me preguntan por qué no lo restauré. Decidí no hacerlo porque considero que así debería mostrarse. Es un símbolo de la barbarie que se cometió en el '55. Hablar de Perón estaba prohibido y quiero que las nuevas generaciones lo vean, así como está y crean en todo lo que se vivió", sostuvo González.
Cientos de historias se repiten a lo largo y ancho del país. Muchas de ellas se han perdido porque sus protagonistas fallecieron y sus familiares no han continuado con ese legado o bien porque fue un secreto que muchos se llevaron a la tumba.
Sin embargo, se rescata otro caso de amor y respeto por la figura de la "abanderada de los humildes", que gracias al rápido accionar de unas familias del paraje bonaerense conocido como "Cojudo Muerto" –cerca de Lincoln, provincia de Buenos Aires- lograron sacar el busto de Evita de la plaza del pueblo previo al Golpe y lo guardaron dentro de un tanque cisterna junto a varios libros y objetos del justicialismo.
De noche, sin despertar la sospecha de la otra mitad del pueblo, el tanque fue llevado al campo de la familia Cartechini, aunque su ubicación era uno de los mejores secretos guardados que se transmitía de generación en generación de las familias peronistas, recuerda Bettina, quien creció en una de esas casas justicialistas.
Pero, como en la mayoría de los casos, el tanque fue enterrado en un lugar que no fue marcado y del que solo se guardaba en la memoria cuantos pasos había hasta la tranquera de ese campo, contó Bettina.
En 1987, cuatro años después de la vuelta de la democracia, se animaron a realizar el desentierro, lo que fue "un gran evento para el pueblo donde muchos hombres recios y fuertes lloraron al ver resurgir intacto el busto de Evita".
"Yo tenía 15 años y todavía es uno de los momentos más mágicos de mi vida", confesó Bettina a Télam, quien recordó que cuando se desenterró el tanque hubo "una sensación de misión cumplida" de aquellos que salvaron al busto de Evita de la ofensa de los antiperonistas. (Télam)
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