Piñera, del liderazgo y reeleccion al estallido social, la pandemia y, tal vez, el juicio politico

Sebastian Piñera, el primer presidente constitucional de Chile de centroderecha en mas de 50 años, atraviesa un segundo mandato inesperadamente adverso, en el que debio afrontar un estallido social y la pandemia de coronavirus, y que posiblemente

Mundo 13 de octubre de 2021 Agencia Télam
Sebastián Piñera, el primer presidente constitucional de Chile de centroderecha en más de 50 años, atraviesa un segundo mandato inesperadamente adverso, en el que debió afrontar un estallido social y la pandemia de coronavirus, y que posiblemente termine antes de tiempo, si prospera el juicio político que acaba de impulsar la oposición.
Tras un primer mandato de comienzo accidentado -mientras asumía, Chile sufrió un terremoto que fue réplica de otro que pocos días antes, con tsunami incluido, había causado más de 500 muertos-, aquella gestión (2010-14) se caracterizó sobre todo por el crecimiento económico del país, aunque también por las crecientes protestas estudiantiles.
En los cuatro años siguientes -los del segundo mandato de la socialista Michelle Bachelet-, la disgregación de la centroderecha fue situándolo como el líder indiscutible del sector.
Rodeado de un equipo de dirigentes leales y con experiencia de gobierno tras su paso por el Ejecutivo, fue planificando su vuelta a la política activa a medida que las encuestas fueron situándolo en primer lugar, pese a que al concluir su primer mandato había dicho que no estaba en sus planes postularse para volver a ser presidente.
A poco de llegar por segunda vez al Palacio de la Moneda, en marzo de 2018, Piñera impulsó la derogación de algunas de las reformas educativas sancionadas en los años previos y volvió a ser objeto de protestas callejeras de los estudiantes.
La cuestión de la educación y la creciente violencia en las protestas de los mapuches en el sur del país eran los principales obstáculos del gobierno, hasta que el 18 de octubre de 2019, un alza de las tarifas del transporte público en Santiago detonó un estallido social que dejó al menos 34 muertos, 3.400 heridos y más de 8.800 detenidos, además de graves daños materiales.
Esa noche, el mandatario apareció desconectado de la realidad, comiendo pizza con sus nietos en un restaurante mientras los manifestantes destrozaban instalaciones del subte y tras haber dicho pocos días antes que Chile era “un oasis” en América latina.
El estallido fue prolongándose en el tiempo y solo se desdibujó una vez que la pandemia de coronavirus llegó al país, en marzo de 2020, y la cuarentena estricta y el temor a la enfermedad se impusieron a las protestas, que, no obstante, nunca desaparecieron del todo.
A la vez, esa manifestaciones contribuyeron a instalar el consenso de que la Constitución vigente -redactada durante la dictadura de Augusto Pinochet y luego reformada muchas veces, pero no en lo esencial- debía ser reemplazada por otra, por lo que Piñera llamó a elecciones para formar la Convención Constituyente que sesiona actualmente.
Lo que fue común a los dos mandatos presidenciales de Piñera fueron las sospechas de que no siempre evitó los conflictos de intereses derivados de su doble situación de empresario y gobernante.
Así, por ejemplo, durante su primer mandato, una de sus empresas compró acciones de una pesquera peruana que se benefició del resultado de un fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) sobre un litigio de límites marítimos entre ambos países, aunque la Fiscalía descartó que hubiera habido delito en esa operación.
A comienzos de este mes y a menos de dos meses de las elecciones presidenciales del 21 de noviembre próximo, Piñera volvió a ser sacudido por la difusión de los Pandora Papers, un informe sobre la constitución de empresas offshore que no necesariamente implican delito pero que pone bajo sospecha a sus accionistas, sobre todo si se trata de gobernantes.
Por ese motivo, la Cámara de Diputados, con toda la oposición unida, impulsó un juicio político que no es fácil que derive en la destitución, pues para ello se requiere el voto de dos tercios del Senado, pero que termina de hundir la imagen de un presidente que, a los 71 años y tras dos mandatos, probablemente solo aspiraba a un retiro tranquilo. (Télam)
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