Medio Oriente perdio a su mejor mediador

En medio de una escalada militar que hizo temer una nueva guerra en Medio Oriente con consecuencias imprevisibles, la region sufrio una perdida que, pese a su importancia, quedo en segundo plano detras de ataques, contraataques y el derribo de un

Mundo 18 de enero de 2020 Agencia Télam
En medio de una escalada militar que hizo temer una nueva guerra en Medio Oriente con consecuencias imprevisibles, la región sufrió una pérdida que, pese a su importancia, quedó en segundo plano detrás de ataques, contraataques y el derribo de un avión comercial: la muerte del único líder regional que supo mediar con éxito entre Estados Unidos, Irán y Arabia Saudita, el sultán de Omán, Qaboos bin Said.
El sultanato fue el único país del Golfo Pérsico que mantuvo una buena relación bilateral con Irán tras la Revolución Islámica y, por eso, logró mediar intercambios o liberación de prisioneros entre Teherán y Washington, y la etapa inicial del diálogo que en 2015 concluyó en el acuerdo nuclear entre Irán y las principales potencias del mundo, el mismo que hoy tambalea tras la salida unilateral de Estados Unidos, la reactivación posterior del programa nuclear iraní y las amenazas europeas.
Desde que tomó el poder y derrocó a su padre en 1970, con solo 29 años, Bin Said entendió que solo la neutralidad y una política estricta de no interferencia en los asuntos de las potencias regionales y países vecinos podía garantizarle la estabilidad política que quería para avanzar sus reformas internas y mejorar la calidad de vida en el sultanato, como lo hizo.
En la década de los 80, fue uno de los pocos países árabes que no se sumó al boicot regional contra Egipto por firmar un acuerdo de paz con Israel en 1979 y romper el aislamiento diplomático que desde la fundación del Estado israelí el mundo árabe mantenía en solidaridad con la dirigencia palestina.
Más recientemente, fue el único país del golfo que se negó a participar de la coalición militar creada por Arabia Saudita en 2015 para bloquear y bombardear Yemen, un país vecino en donde el movimiento hutí, una milicia aliada de Irán, había logrado controlar la mayoría del territorio y expulsar al gobierno, socio de la monarquía saudita.
Esto le permitió mediar entre Arabia Saudita, los hutíes por momentos, y Estados Unidos y los hutíes, en otros, para liberar prisioneros y utilizar su territorio como espacio neutral para las entregas e intercambios.
Pese a ser miembro del Consejo de Cooperación del Golfo que domina Arabia Saudita, Bin Said siempre se cuidó de que Omán no quede involucrado como parte interesada en un conflicto bilateral o regional.
Su aversión a cualquier compromiso que limite su política nacional lo llevó incluso a mantener la posición de su padre y quedarse fuera de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
Esto no representó, sin embargo, un desafío a la OPEP.
Hace poco, aceptó reducir su producción en línea con la decisión de la organización de países petroleros, una medida significativa dado que Omán es el principal productor de crudo en el Golfo Pérsico por fuera de la OPEP.
"Omán no tiene conflictos activos. Desde que asumió el poder, Bin Said trabajó para resolver los conflictos fronterizos y lo hizo. Recientemente creció la tensión con Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita por su ambición de controlar Omán, principalmente a través de una provincia yemení fronterizada que tradicionalmente era cercana a Omán", explicó a Télam el especialista Nabeel Nowairah, investigador del Gulf International Forum, con sede en Washington.
"Bin Said tenía buena relación con todos con todos", agregó.
Omán fue uno de los países que más prisioneros de Guantánamo aceptó cuando Barack Obama intentaba reducir la población carcelaria de esa notoria prisión militar, y siempre mantuvo una buena y activa relación con Irán.
El gobierno de Irán fue el primero en enviar un emisario a Muscate, la capital omaní, tanto cuando el sultán anunció que su estado de salud había empeorado, como el fin de semana pasado cuando su muerte fue anunciada.
Omán también fue el primer país del Golfo Pérsico que recibió en su territorio al primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, sin por esto distanciarse de la dirigencia palestina que estuvo representada por los líderes de los dos principales partidos, Hamas y Fatah, en los días posteriores a su funeral, en las ceremonias oficiales.
La estabilidad política y económica de Omán, su modelo de coexistencia religiosa y el extremo bajo perfil y efectiva cintura diplomática de Bin Said hicieron de este país un actor central en una de las regiones más convulsionadas y estratégicas para las potencias mundiales. (Télam)
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