Hace 60 años el jerarca nazi Adolf Eichmann era ejecutado tras ser capturado en Argentina

Dos años despues de haber sido capturado en Argentina, el criminal de guerra nazi Adolf Eichmann fue ahorcado hace 60 años en la prision de Ramla, en las afueras de Jerusalen, tras haber sido encontrado culpable en un tribunal

Mundo 31 de mayo de 2022 Agencia Télam
(Por Javier Vogel) Dos años después de haber sido capturado en Argentina, el criminal de guerra nazi Adolf Eichmann fue ahorcado hace 60 años en la prisión de Ramla, en las afueras de Jerusalén, tras haber sido encontrado culpable en un tribunal israelí de crímenes contra la humanidad por su papel en la exterminación de judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
"Adolf Eichmann fue culpable de crímenes aterradores, diferentes de todos los crímenes contra individuos, y que en realidad fue el exterminio de todo un pueblo", había subrayado el juez Moshe Landau al anunciar el veredicto, después de que a lo largo de ocho meses y 114 audiencias se escucharan los testimonios de sobrevivientes del Holocausto, que dejaron expuesto el papel que había desempeñado Eichmann.
Ante ese hombre de 56 años, que repetía que solo era un subordinado que seguía indicaciones y que su lugar en el régimen nazi había sido estrictamente administrativo, el tribunal concluyó que "durante muchos años cumplió estas órdenes con entusiasmo".
Se referían a la responsabilidad del oficial de la Gestapo, primero en la logística de las deportaciones a los campos de exterminio y más tarde en la implementación de las ejecuciones en masa.
“No perseguí a los judíos con avidez ni placer. Fue el Gobierno quien lo hizo. La persecución, por otra parte, solo podía decidirla un Gobierno, pero en ningún caso yo. Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia”, dijo en una de las audiencias.
Después de la condena a muerte, el abogado Robert Servatius presentó una apelación que fue rechazada por el Tribunal Supremo, el 29 de mayo de 1962. Tampoco se le dio curso al pedido de clemencia que llegó el 30 de mayo.
El 31 de mayo a las 23.45, después de rechazar la lectura de la Biblia y de pedir una botella de vino como última voluntad, caminó hacia la horca y pidió que no le pusieran una capucha. “¡Viva Alemania! ¡Viva Argentina! ¡Viva Austria! ¡Nunca las olvidaré!”, fue lo último que se le escuchó decir.
Igual que los condenados de Núremberg, su cuerpo fue cremado y las cenizas lanzadas fuera de las aguas territoriales de Israel.
El 1 de abril de 1932 Eichmann se había afiliado al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán y de la mano del dirigente nazi austríaco Ernst Kaltenbrunner, ingresó a las SS.
Recibió su adiestramiento en el campo de cadetes de Lechfeld, en la Legión Austríaca, y en 1935 fue trasladado al Servicio de Policía Interior de las SS, donde generó una gran amistad con Reinhard Heydrich, "el carnicero de Praga".
Elegido “responsable de la cuestión judía”, se convirtió en un experto, aprendió a hablar yiddish y en 1938, tras la anexión de Austria, fue responsable de expropiar los bienes de 150 mil judíos, una acción que le valió el ascenso al grado de teniente coronel.
Durante el Holocausto, Adolf Eichmann coordinó las deportaciones por tren de judíos europeos hacia los campos de exterminio de Auschwitz, Treblinka, Sobibor, Chelmno, Belzec y Madjanek, donde en un año fueron asesinadas casi dos millones y medio de personas.
En una crónica para la revista The New Yorker, Ana Arendt recordó: “Eichmann fue apresado por los soldados norteamericanos y confinado en un campo de concentración destinado a los miembros de las SS, donde, pese a los numerosos interrogatorios a los que fue sometido y a que algunos de sus compañeros de campo lo conocían, no se descubrió su identidad”.
Cuando se iniciaron los procesos de Núremberg logró escapar junto a otros nazis del campo de prisioneros y permaneció trabajando como leñador durante cuatro años en un bosque, al sur de Hamburgo.
Eichmann había tomado todos los recaudos necesarios para borrar su rastro. El plan era que lo creyeran muerto y para ello dejó de escribirle a su esposa y otros familiares que se ocuparon de mantener a la mujer y a los hijos del jerarca.
Tras cinco años de clandestinidad europea, en 1950 ingresó a la Argentina con la ayuda de la Cruz Roja y de miembros de la iglesia católica que le dieron pasaporte y cobertura. Había pasado por Austria y por Italia, “donde un franciscano, plenamente conocedor de su identidad, le dio pasaporte de refugiado, en el que constaba el nombre de Richard Klement, y lo embarcó con rumbo a Buenos Aires”, escribió Arendt.
Según aquella nueva documentación, tenía 36 años de edad, y no sus 43 años reales. Vivió en Tucumán, en La Plata y en San Isidro, antes de radicarse en San Fernando. Para entonces ya se había reencontrado con su esposa e hijos.
El camino de Eichmann hasta la horca se inició dos años antes, el 11 de mayo de 1960, en las afueras de Buenos Aires, cuando un comando israelí lo sorprendió llegando a su casa, en la calle Garibaldi 6067, a metros del cruce de la ruta 202 y el Ferrocarril Mitre, en San Fernando.
“Un momentito señor”, le dijo en un español forzado uno de los agentes antes de lanzarse sobre el falso Ricado Klement, poniendo fin a su vida rutinaria que se repetía cada día en la casa que compartía con su esposa y sus hijos, y el trabajo en la planta de Mercedes Benz, donde ocupó un puesto gerencial.
Poco más de un año antes, cuando los responsables del Mossad recibieron el dato certero de la presencia de Eichmann en Argentina, evaluaron los varios intentos fallidos de extraditar a prófugos de la maquinaria criminal nazi y, con el aval del gobierno de David Ben Gurión, decidieron evitar la vía legal y planificaron una operación que debía ejecutarse en las sombras para mostrar la voluntad de Israel de juzgar dentro de sus fronteras los crímenes del Holocausto.
El antecedente más directo de procesos contra los nazis eran los juicios que entre el 20 de noviembre de 1945 y el 1 de octubre de 1946 se desarrollaron en Núremberg, donde un Tribunal Militar Internacional procesó a 22 integrantes de los altos mandos nazis, condenando a 12 de ellos a morir a morir en la horca.
Sin embargo, la captura, el juicio y la ejecución de Eichmann tenían un significado distinto y mucho más potente: por primera vez un criminal nazi sería juzgado y condenado en territorio de Israel, que se había constituido como Estado en la noche del 14 al 15 de mayo de 1948. Esta vez no habría jueces de otras naciones decidiendo el proceso contra uno de los responsables del Holocausto sino que serían magistrados del Estado judío quienes aplicarían la sentencia.
En el libro La casa de la Calle Garibaldi, el entonces jefe del servicio secreto israelí, Isser Harel relató la versión oficial del operativo, que comenzó con la llegada de una delegación oficial que viajó a la Argentina para celebrar el 150 aniversario de la Revolución de Mayo. A bordo de la nave viajaron los agentes, dirigidos por Rafael Eitan, bajo la coordinación de Peter Malkin, todo bajo la atenta mirada del propio Harel.
Después de realizar tareas de inteligencia y atraparlo a metros de su casa, Eichmann fue mantenido prisionero durante diez días en una casa de seguridad y llevado en un avión comercial de la línea El Al, vestido como piloto y convenientemente dopado para que pareciera un tripulante que no lograba superar la resaca de una borrachera.
El 23 de mayo David Ben Gurión se paró frente al parlamento de su país y dijo: “Tengo que anunciar que hace poco tiempo los servicios secretos de seguridad israelíes localizaron a uno de los mayores criminales nazis (Â…). Adolf Eichmann ya se encuentra detenido en Israel, donde en breve será juzgado según la Ley de Castigos contra los criminales nazis de 1950”.
Ese día, Ben Gurión omitió decir en qué país había sido capturado el nazi. Fue una revista estadounidense la que indagó en los detalles de la cacería, expuso el nombre de Argentina y dejó al descubierto que la operación de un grupo comando de otro país dentro del territorio nacional había constituido una violación flagrante de la soberanía, lo que generó un incidente diplomático que finalmente no pasó a mayores.
Era tal el peso simbólico del reo que los reclamos pasaron a un segundo plano y se avanzó hacia un juicio que el mundo entero pudo seguir en directo y en el que uno de los máximos responsables del Holocausto fue hallado culpable de todos los cargos, 12 de los cuales contemplaban la pena de muerte por la comisión de “crímenes contra el pueblo judío”, “crímenes contra la humanidad” y “crímenes de guerra”. (Télam)
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