El proximo presidente de Peru enfrentara, una vez mas, la inestabilidad de un Congreso dividido

A casi un mes y medio del balotaje por la Presidencia de Peru, lo unico seguro hoy es que los dos competidores reunen altas dosis de rechazo popular y que quien gane debera trabajar duro no solo para mejorar la situacion sanitaria y reconstruir la

Mundo 24 de abril de 2021 Agencia Télam
A casi un mes y medio del balotaje por la Presidencia de Perú, lo único seguro hoy es que los dos competidores reúnen altas dosis de rechazo popular y que quien gane deberá trabajar duro no solo para mejorar la situación sanitaria y reconstruir la economía, sino también para asegurarse la gobernabilidad frente a un Congreso con la representación política muy fragmentada.
Sea quien fuere el ganador, a los obvios desafíos coyunturales -la gestión de la pandemia y la reconstrucción económica tras la contracción de 11,1% en 2020- deberá sumar el de la gobernabilidad, luego de un período quinquenal de Gobierno que consumió cuatro presidentes y dos Congresos.
Quien resulte electo encontrará en el parlamento unicameral un panorama similar al de todos sus antecesores desde 2001 -excepto Pedro Pablo Kuczynski en 2016-18, que tuvo mayoría parlamentaria del opositor Fuerza Popular-, sin mayoría propia ni ajena, y con una gran fragmentación.
Con el escrutinio para el Congreso prácticamente completado, el partido del ganador de la primera vuelta, el sindicalista de izquierda Pedro Castillo, Perú Libre (PL), obtendría 36 de las 130 bancas, seguido por Fuerza Popular (FP), de quien será su rival en el balotaje, la exlegisladora populista de derecha Keiko Fujimori, con 24; el centrista Acción Popular, con 17, y los derechistas Renovación Popular, con 15, y Alianza para el Progreso, con 13.
También ocuparán escaños el liberal Avanza País, con probablemente siete; la fuerza de izquierda Juntos por el Perú, con seis; el derechista Podemos Perú, con cinco, y los centristas Somos Perú, con cuatro, y Partido Morado, con tres.
Una lectura lineal sugiere que le resultaría más sencillo formar alianzas parlamentarias al partido de Keiko Fujimori que al de Castillo, aunque conviene no olvidar el rechazo que aún genera en Perú todo lo que se relacione con el apellido Fujimori.
También merece recordarse la experiencia de este quinquenio a punto de terminar, en el que el fujimorismo perdió su mayoría en 2017 luego que parte de su bloque -encabezada por otro Fujimori, Kenji, hermano de Keiko- aceptara salvar la cabeza de Kuczynski en un juicio político a cambio de un indulto para Alberto Fujimori, y en el que, en 2019, el apoyo parlamentario a Manuel Merino como presidente de la República se diluyó en menos de una semana.
Con la certeza de tener que trabajar y negociar con un Congreso muy fragmentado, ahora la gran incógnita que queda es quién será el próximo presidente o presidenta de Perú.
Castillo aventaja a Fujimori en las únicas dos encuestas de intención de voto publicadas hasta ahora tras la segunda vuelta: 42% a 31%, según la firma Ipsos (con 16% en blanco o nulo y 11% indecisos), y 41% a 26%, según Datum (15% en blanco o nulo y 18% indecisos).
Esta tendencia reproduce de algún modo el resultado de la primera vuelta, que ganó Castillo con 19,06% de los votos válidos seguido por Fujimori con 13,37%, pero también con 29,88% de inasistencia y 18,21% de sufragios en blanco o nulos, según el escrutinio oficial de la Oficina Nacional de Procesos Electorales.
Sin embargo, no debería considerarse definitiva si se toma en cuenta lo volátil de la opinión pública peruana, cuya intención de voto fue muy variable no solo antes de la primera vuelta del domingo 11 -Castillo figuraba sexto o séptimo hasta una semana antes, según los diversos sondeos- sino también para todos los procesos electorales en lo que va del siglo.
La enorme fragmentación de la representación política que caracteriza a Perú desde hace al menos dos décadas no solo determinó que todas las elecciones en ese período se resolvieran en segunda vuelta, sino que convirtió en actor central de los procesos electorales y de las encuestas al "antivoto", que expresa a quién un elector no votaría bajo ninguna circunstancia.
Desde hace años, Fujimori concentra una alta proporción de "antivoto" y acaso por ello perdió ajustadamente en balotaje las dos elecciones presidenciales anteriores -en 2011 ante el nacionalista Ollanta Humala y en 2016 ante el liberal Kuczynski-, incluso cuando hace cinco años había ganado la primera vuelta.
Fujimori expresa lo que para muchos en Perú es un límite intolerable: la reivindicación -que ella por momentos hizo explícitamente y en otras ocasiones relativizó o negó- de su padre, Alberto Fujimori, presidente entre 1990 y 2000 y actualmente preso por delitos de lesa humanidad y corrupción.
Al mismo tiempo, a Castillo se lo vinculó con dos sectores que son tabú para la mayoría centroderechista de los peruanos: el Movimiento de Amnistía y Derechos Fundamentales (Movadef, considerado grupo de fachada de Sendero Luminoso) y el chavismo venezolano, y de ambos señalamientos se desmarcó el jueves pasado, en una entrevista con la radio Exitosa.
"Nosotros deslindamos abiertamente con situaciones o posturas extremistas en el país", dijo Castillo, un par de días después de que Vladimir Cerrón, fundador y secretario general de PL, calificara al Movadef como "brazo ideológico de un grupo terrorista".
Además, aseguró enfáticamente que "acá no hay chavismo" y pidió al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, que "antes de decir algo concerniente al Perú, que primero arregle sus problemas internos, que venga y se lleve a sus compatriotas que han venido a delinquir".
A otra pregunta del sondeo de Ipsos con vista al balotaje, 55% respondió que "definitivamente" no votaría por Fujimori y 5% que "probablemente no lo haría" contra 20% que la elegiría sin condiciones y 15% que "podría" votar por ella.
Pese a estas cifras, su "antivoto" descendió en relación con el que la misma encuestadora registró una semana antes de la primera vuelta, cuando había alcanzado a 65% seguro y 7% probable.
Por su parte, Castillo concitó 33% de rechazo firme y 8% probable contra 34% de adhesión segura y 18% posible, tras no haber sido medido a principios de este mes por no figurar hasta entonces entre los seis primeros favoritos. (Télam)
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