Castillo y el dificil abrazo entre Lima y los Andes en Peru

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Mundo 25 de septiembre de 2021 Agencia Télam
(Por Gonzalo Ruiz Tovar, desde Lima).- El primer viaje al exterior de Pedro Castillo como presidente de Perú generó numerosas críticas en medios y redes de Lima más por la apariencia del mandatario que por el contenido político, lo que pareció ratificar la hipótesis del divorcio cultural histórico entre la capital y los Andes.
"Castillo es un Presidente que no viene de las élites, un maestro rural, campesino, hijo de un peón de hacienda. Un Presidente que usa casacas de textiles andinos, que no viste traje ni corbata, genera rechazo en sectores de las clases media y media alta que no consideran digna esa presentación", explicó el antropólogo y doctor en Filosofía Guillermo Salas, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Perú (PUCP).
En contraste, quienes provienen de los Andes ven al mandatario como "un profesor con la cara de ellos, que habla como ellos, se viste como ellos", agregó el sociólogo y doctor en Antropología David Ugarte, catedrático de la Universidad San Antonio Abad, en la ciudad andina de Cusco.
Castillo se presentó esta semana en la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y en las asambleas de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados Americanos (OEA) ataviado con el sombrero de paja de su departamento natal, Cajamarca, y con la vestimenta que le es característica, para decir, entre otras cosas, que no es "comunista", como afirma la oposición, y que su Gobierno respetará la propiedad privada y promoverá la inversión nacional y extranjera.
Algunos sectores tuvieron reacciones a favor y en contra del contenido de las intervenciones, pero otros se convirtieron en críticos de moda para cuestionar el "look" del mandatario y de su esposa, Lilia Paredes, quien también optó por prendas sencillas, ajenas al glamour de otras primeras damas.
Salas, Ugarte y otro profesor de la PUCP, el antropólogo y doctor en Filosofía Juan Carlos Callirgos, coincidieron en entrevistas con Télam en que la aparente ruptura cultural tiene raíces profundas, que se sumergen en la historia.
"Desde el siglo XIX, las élites se fueron apartando de los indígenas, pues consideraban que ellas sí hablaban el lenguaje de la civilización. Lima se fue modernizando pensando en París", apuntó Callirgos.
En paralelo con ese distanciamiento, que se expresaba en muchas áreas, el avance económico en Lima y el interior era -y sigue siendo- desigual.
Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática, el ingreso promedio en la capital donde habitan 9,7 millones de personas casi duplica al del resto del país, en donde viven 22,9 millones.
En ese contexto se dieron las elecciones de este año: después de un proceso caracterizado por la pobreza de propuestas y las campañas de demolición contra candidatos moderados, pasaron al balotaje Castillo, que tenía el programa más a la izquierda, y Keiko Fujimori, situada en el extremo derecho del arco.
Según los expertos, en la definición final el fujimorismo y sus aliados recurrieron al "terruqueo" –la descalificación como "terroristas" para todas las fuerzas y referentes de izquierda- y en forma más encubierta al "choleo" –una forma de degradar a los andinos-, mientras que desde lo que hoy es el oficialismo se apeló a cualquier argumento para atacar a la adversaria y se la identificó como parte de las "argollas" -como se conoce a los círculos de poder- de siempre.
Los resultados fueron dramáticos: el hoy presidente ganó por 0,25 puntos porcentuales -es decir, por 44.260 votos de diferencia en un padrón de más de 17,6 millones de personas- y lo hizo gracias a que sus claras victorias en todos los departamentos andinos revirtieron sus fuertes derrotas en Lima y la costa norte. En la menos poblada Amazonía, en cambio, los triunfos se alternaron y siempre por distancias cortas.
Estas tendencias se han mantenido en los dos meses de Gobierno.
En Lima hay una férrea oposición, mientras que en los Andes sigue el respaldo a Castillo, aunque ya con desgaste.
Pese a esta división, Salas consideró que no es bueno generalizar porque "el campo limeño es enorme y también lo es el campo andino". Además, destacó que se necesita estudiar más el tema para entender por qué el rechazo a Castillo es tan fuerte en Lima si buena parte de sus habitantes son inmigrantes andinos o descendientes.
Ugarte aventuró que esos inmigrantes podrían haber sido alcanzados por el "sálvese quien pueda" de la metrópolis, o están prevenidos para no perder lo avanzado, o sucumbieron ante la "satanización" de la derecha.
Además, consideró decisiva la influencia en sectores humildes de iglesias evangélicas y su discurso reaccionario.
Muchos analistas temen que esta ruptura y la polarización puedan llevar a confrontaciones, por lo que es necesario actuar pronto en la búsqueda de soluciones, aunque nadie parece tener claro cómo se haría eso.
Para Callirgos, el momento actual no permite ser optimista para un alivio de tensiones.
"Están todos los problemas derivados de la pandemia y un contexto global que facilita el crecimiento de la extrema derecha, como se ve con (Donald) Trump o (Jair) Bolsonaro", sostuvo.
"Ahora, para comenzar a encontrar soluciones habría que comenzar por cerrar la brecha y que las élites de Lima dejen de ver a lo andino solo como una estrategia de marketing para el turismo", agregó.
Salas, a su vez, consideró que el riesgo de un agravamiento de la situación está "sobredimensionado". "La gente está en el día a día, no piensa en esas cosas", argumentó.
En el pasado, Lima fue sede del virreinato español más poderoso de la región y los Andes vecinos fueron el epicentro de la civilización más avanzada de Sudamérica. Siglos después, el abrazo entre esos dos mundos sigue siendo difícil de concretar. (Télam)
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