Vuelven a impactar en la Croisette los Dardenne con un notable filme de alto contenido politico

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D-Interés 24 de mayo de 2022 Agencia Télam
(Por Pedro Fernández M., enviado especial).- Los hermanos Dardenne, viejos conocidos de la Croisette y ganadores de dos Palmas de Oro y otros tantos reconocimientos en la Selección Oficial, volvieron a mostrar la vigencia de uno de los cines políticos más potentes de Europa con el estreno hoy de "Tori y Lokita", una de sus grandes películas de los últimos años.
Los realizadores belgas, que como los Coen hicieron su carrera en forma conjunta -aunque los belgas se mantienen unidos-, volvieron sobre algunas de sus más queridas obsesiones: la situación de los migrantes desplazados en Europa y la fragilidad de las infancias, con un filme que ofrece una concisión y contundencia imposible de igualar.
Al problema político que trata la película que cuenta la historia de Lokita, de 17 años y de Tori, que tendrá 11 o 12, dos refugiados africanos adorables y que se adoran y deben hacer de todo para subsistir en medio del sistema legal y asistencial belga, se suma un ritmo vertiginoso que propone un suspenso atrapante, donde el espectador queda literalmente sujetado a la butaca, para un filme que no da respiro y en el que la empatía por el destino de esta adolescente y este niño crecen y amplifican la tensión.
En la primera toma Lokita habla a cámara, está respondiendo preguntas para la oficina encargada de decidir si le darán asilo y residencia legal.
Para obtener este beneficio, en el que va la capacidad de subsistir y hacer una vida, Lokita tramó un plan con Tori respaldado por las autoridades del instituto de asistencia social donde viven: se hacen pasar por hermanos, porque Tori ya tiene su residencia legal.
La segunda escena son los dos chicos en el instituto y luego cantando en un bar, una canción en francés y otra, hermosa, en italiano, que aprendieron en Sicilia en su primer arribo a Europa desde el Africa y es como su escudo a la adversidad. La canción habla de un señor que va a comprar un pato al mercado y las cosas que le suceden y que se van acumulando al estilo de "por el vino perdí las cejas.... ¡Ay de mí, por el vino me puse así!".
En el bar, los viernes, Tori y Lokita hacen delivery, pero no de pizza, de drogas. Lokita debe enviar dinero a su madre y sus cinco hermanos que quedaron en Benín, además sufre el chantaje de un pastor de una iglesia que a veces se queda con el dinero que debe enviar a la madre, y encima la madre no le cree y piensa que lo gasta en ella.
Lokita sufre ataques de pánico, pero es algo que soluciona con unas pastillas; el verdadero problema de Tori y de Lokita es que para aspirar a vivir en la legalidad, para ser legales, están compelidos a engañar y moverse en la ilegalidad, siendo niños y con los abusos que eso acarrea para almas tan frágiles en una situación tan débil.
"Ella es buena -dice Tori en un momento hablando sobre una de las asistentas del instituto donde viven- y me cuesta mentirle pero estoy obligado".
Tori y Lokita son todo para cada uno de ellos, mucho más que hermanos, más allá de la sangre y lo que opine el servicio que otorga las residencias.
El filme no solo conmueve sino que también atrapa, es de una contundencia inexpugnable y de una claridad política avasalladora.
Todavía quedan películas en competencia, siete que aún no se vieron y algunas de grandes directores: la norteamericana Kelly Reichardt, el japonés Kore-eda Hirokazu, el impredecible Albert Serra y el promisorio (también belga) Lucas Dhont, y se vio ayer la maravillosa "Crímenes del futuro", de Cronenberg, pero si le dieran su tercera Palma de Oro a Jean-Pierre y Luc Dardenne todos estaríamos contentos.
También se vio en Cannes "Decision to Leave", el nuevo filme del maestro del policial, la intriga y la violencia surcoreano Park Chan-Wook, que en 2004 impactó a Quentin Tarantino -entonces presidente del jurado- con "Old Boy", que mereció el Gran Premio del Jurado.
Chan-Wook volvió al largometraje después de seis años con "Decision to Leave" y propone algo muy distinto a lo que se pudiera esperar de él originalmente: un filme casi sin violencia (hay dos asesinatos que no se ven) y que se centra, con una refinadísima mirada cinematográfica y un glamour de sensualidad donde no hay desnudos, ni escenas sexuales (apenas un beso) en la relación de un investigador de la policía de Busan y una enigmática mujer china, sospechosa principal de los asesinatos.
Todo en la película es química pura, un estado latente de devoción amorosa dificultada de concretarse pero de presencia indomable que hace que puedan tomarse las menos pensadas decisiones.
Es un bellísimo filme noire y un bellísimo filme de amor, y recuerda también, aunque de un modo distinto, las relaciones entre investigador y acusada que pueden darse en los policiales negros norteamericanos (los cinematográficos y los literarios).
En tercer turno se vio el estreno de "Nostalgia", del napolitano Mario Martone, cuyo filme anterior "Qui rido io" (aquí me río yo) fue una memorable disputa entre el valor del arte popular y la comedia liviana y las piezas académicas, basado en la historia real del comediante napolitano Eduardo Scarpetta al que Gabriele D'Annunzio llevó a juicio acusándolo de plagio, pero que este año estuvo muy lejos de aquellas alturas.
Martone propone un filme clásico y hasta repetido, a Nápoles vuelve luego de 40 años en El Líbano y Egipto un hijo para cuidar a su madre en sus últimos días pero también para tratar de cerrar una historia que lo obligó a dejar su pueblo.
(Télam)
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