Gimena Racconto Giunta: Mi madre era una mujer sin pelos en la lengua

Gimena Racconto Giunta es la directora y coautora de “Lo no dicho”, una comedia dramatica que indaga en los conflictos familiares y sus silencios luego de la muerte de la madre, bastion del grupo, que va por su segunda temporada

D-Interés 28 de mayo de 2022 Agencia Télam
(Por Héctor Puyo) Gimena Racconto Giunta es la directora y coautora de “Lo no dicho”, una comedia dramática que indaga en los conflictos familiares y sus silencios luego de la muerte de la madre, bastión del grupo, que va por su segunda temporada en el teatro La Mueca, en Cabrera 4255, en el barrio de Palermo, los domingos a las 15.
Gimena es hija de la recordada actriz y maestra de actuación Ana María Giunta y el productor y director Ricardo Octavio Racconto, por lo que su vida fue atravesada desde el principio por el arte, las giras y todo lo relativo al quehacer de los escenarios.
“La obra surgió junto al coautor Leopoldo Minotti, con el cual en esos momentos daba clases, para una muestra de fin de año con alumnos y alumnas”, contó Gimena en diálogo con la agencia Télam, en referencia a la pieza en la que actúan Silvia Villazur, Angie Pagani, Emiliano Marino, Mirtha Oliveri, Juan Trzenko y Luciano Rojas.
“Al reencontrarme con el texto luego de unos años -prosiguió-, me di cuenta de su potencial para poder indagar y bucear en un tema que para mí siempre fue muy interesante, que es el de la comunicación, del que la incomunicación también forma parte. Comencé a reformular la obra desde esta perspectiva y aparecieron muchas preguntas”
Télam: ¿Cuánto de lo propio hay en la obra?
Gimena Racconto Giunta: Nos encontramos con una pieza que muestra a una familia bonaerense del conurbano, aparentemente costumbrista, un texto cotidiano que recurre muchas veces a lo poético, mientras transita por el humor y el drama. Desde la propuesta dramatúrgica en coherencia con la puesta en escena se tiene como objetivo romper este costumbrismo, trabajando como refleja el nombre de la pieza –“Lo no dicho”- con textos inconclusos que no llegan a decirse pero que están en estado de latencia.
Esa latencia se interrumpe cuando los personajes se encuentran en situaciones límite. Y la palabra, lo no dicho, irrumpe en la escena. Para ello se recurre a monólogos en los que el personaje se abstrae del momento de donde viene para encontrarse en una pausa temporal ante el público y puede vomitar todo aquello que no podía decir a los otros personajes. La obra cuestiona la ironía, lo simbólico, lo subyacente, lo que se dice entre líneas; y eso puede transformarse en rebelión ante la censura, el autoritarismo. Se produce como resultado de la lucha frente a los silencios y el abandono.
T: ¿Cuál fue la influencia de tu mamá Ana María en tu camino artístico?
GRG: Creo que cuando una crece en familias donde tanto madre como padre se dedican al arte, como es mi caso -podrían ser otras profesiones- hay dos opciones: salir corriendo y rumbear para otro lado, o abrazar el legado y forjar el propio camino. Ese fue mi caso, con una madre con características muy particulares, que era mi madre pero también era “la Giunta”. Pululé por todos los escenarios de Buenos Aires, acompañando a mi mamá y a mi papá en sus largas jornadas de ensayo y funciones, durmiéndome en las butacas cuando mi cuerpo y mi cansancio me lo pedían.
Recorrí el interior del país con el Circo de Moscú, del cual mi mamá formó parte como “partenarie” de uno de los payasos más importantes de Rusia; conviví con actrices que mi mamá decidía cobijar cuando pasaban malas rachas económicas y necesitaban ayuda... Por estos lugares transitó mi infancia, exóticos pero inestables, coloridos pero llenos de incertidumbre, como es en muchos aspectos la vida de los artistas. Claramente mi mamá fue una de mis grandes maestras, la primera. Pero no solo de actuación y dirección, sino principalmente maestra de la vida.
T: Una vida con altibajos...
GRG: No todo fue color rosa. Hoy, con el diario del lunes puedo ver y admirar esa manera tan desafiante de encarar la vida; ella era una persona con principios y vivió de esa manera. Era una mujer sin pelos en la lengua, nunca se dejó doblegar, y eso le costó -y nos costó- muchos trabajos porque cada vez que perdía uno por defender sus convicciones o defender a un compañero o compañera, eso repercutía en nuestra realidad económica y familiar. Fue una de las pocas personas que conozco que vivió consecuentemente su vida.
T: Respecto de “Lo no dicho”, ¿cómo se organiza dramáticamente esa familia cuando lo silenciado sale a luz?
GRG: Nos encontramos con una pieza que transita por partes iguales el humor y el drama, metiéndonos en la llaga de una familia destruida por la pérdida de una madre, pero sosteniendo el humor con personajes y situaciones que la equilibran, haciéndonos reír, pensar y emocionarnos. Lo que no está expresado o mostrado puede adquirir un poder expresivo que se multiplica: no se dice, se sugiere, y así se abre un abanico de posibilidades expresivas.
El teatro, como siempre, nos ofrece de manera excepcional un vehículo de comunicación con múltiples posibilidades que permite jugar desde lo textual y lo simbólico, desde la interpretación de los actores, desde su gestualidad, desde la propuesta escénica, la propuesta escenográfica, el planteo de luces y el aporte fundamental de la experiencia vivida con el público y por el público.
T: ¿Qué significa el teatro para vos, hija de actriz, en un momento tan disruptivo como el actual en el sentido de las identidades?
GRG: La obra tiene una mirada social, la temática de alguna manera es abordada desde esa mirada; todos somos actores sociales, nuestras acciones inevitablemente repercuten en un otro. Me formé en ese enfoque, estudié la carrera de Sociología paralelamente a mi formación artística y me di cuenta de lo relacionadas que están. Los actores, directores y dramaturgos de alguna manera somos investigadores sociales. Tenemos el hermoso trabajo de emular el comportamiento de hombres y mujeres en sociedad.
En el caso de “Lo no dicho” nos encontramos con una familia típica bonaerense y con esta excusa nos sumergimos en el intrincado mundo de la comunicación. Me es imposible encarar un proyecto laboral que no tenga esta mirada, desde mi trabajo el Inadi como gestora cultural o en la escuela de teatro inclusiva “Todes en Yunta” me encuentro con esta unión casi indivisible entre lo social y lo artístico o cultural. El arte es una herramienta inmejorable para poder formar, educar, sensibilizar sobre cualquier tema. (Télam)
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