“Gaspet”: una declaracion de amor a la mascara teatral

“Elegi un oficio, enamorate de el y hacelo hasta que te conviertas en un maestro”, dice “Gaspet”, personaje central que a la vez da titulo a una de las propuestas teatrales que los viernes a las 20 puede verse en la sala

D-Interés 12 de mayo de 2022 Agencia Télam
(Por Hernán Salcedo) “Elegí un oficio, enamorate de él y hacelo hasta que te conviertas en un maestro”, dice “Gaspet”, personaje central que a la vez da título a una de las propuestas teatrales que los viernes a las 20 puede verse en la sala porteña La Carpintería Teatro.
En la obra, un artesano solitario introduce al público en el oficio del constructor de máscaras. Mientras transmite los secretos del arte que su familia eligió cinco generaciones atrás, va mostrando las máscaras sobre las que está trabajando y que cobran vida sobre el escenario.
Quien con certeza se enamoró de un oficio y lo hizo hasta convertirse en un maestro es Marcelo Katz, con tres décadas de reconocimiento como clown, director y docente. A veces, con una nariz roja como máscara. Otras, con máscaras que cubren parcialmente el rostro, como en esta puesta que puede verse en Jean Jaures 858.
El resultado es un viaje teatral no naturalista que combina humor, sensibilidad y la posibilidad de reflexionar sobre el valor de un oficio, y las fortalezas y debilidades de quienes lo sostienen.
En entrevista con Télam, Katz repasa los temas que se plantean en la obra “Gaspet” y actualiza, sin máscara ni maquillaje, las ideas y los interrogantes de su personaje.
Télam: ¿Cómo definirías una máscara teatral?
Marcelo Katz: Es una herramienta que genera una rápida transformación en el cuerpo y en la personalidad del actor que la utiliza. Es un proceso difícil por el riesgo de que el artista se ponga voluntario y sus ideas estén demasiado presentes. Si el trabajo se articula orgánicamente, la personalidad del actor queda desplazada y cobra vida un nuevo personaje que propone lo suyo. Lo mismo sucede con el teatro en general, pero en el mundo de la máscara el camino responde a un entrenamiento preciso. Cuando sucede, el resultado es muy sorprendente.
T: En cuanto a la actuación, ¿cómo impacta el recurso de la máscara en la construcción de un personaje?
MK: La diferencia con otro tipo de teatro es el camino técnico con el que busco la unidad de ese nuevo rostro con el cuerpo y con la personalidad que se va generando. Una vez hecho esto, que es lo más complejo, el personaje va surgiendo, tomando decisiones y transitando el guion, que a veces tiene que ser modificado ante lo que va apareciendo en el personaje.
T: ¿Y cómo impacta la máscara en el vínculo de ese personaje con el público?
MK: En la actuación con máscaras -los clowns, los bufones y las máscaras propiamente dichas- se trabaja mucho con el público, sin cuarta pared. Se ejercita lo que en mi pedagogía llamo péndulo, una suerte de conversación, de ida y vuelta, entre los que están en escena y el público.
T: ¿El actor toma decisiones al registrar las reacciones del público?
MK: Lleva cierto tiempo poder registrar esas reacciones. No solo las grandes y evidentes como una carcajada sino gestos mínimos. Y más tiempo aún lleva poder tomar caminos adecuados ante las reacciones del público: cuáles tomar, cómo utilizarlas, qué hacer cuando alguien reacciona de manera inesperada, o con alguien que está en primera fila con una cara muy seca. Son decisiones rápidas e intuitivas a las que muchos años de oficio permiten llegar con justeza.
T: ¿Cómo fue tu primer acercamiento a este espectáculo?
MK: Tenía ganas de encarar una obra con máscaras y le propuse la aventura a Martín Joab, quien es coautor y director. Primero aparecieron personajes atractivos para interpretar con máscaras. Hacía falta encontrar una historia que los enhebrara y con Martín festejamos cuando apareció la del constructor de máscaras, un oficio que tiene muchos bemoles. ¿Mantener intacta la tradición o habilitar cambios que el artesano desea pero que los antepasados no aprobarían? ¿Cómo lidiar entre el placer y la exigencia? ¿Qué significa el prestigio?
T: Una línea importante que aparece en la historia es la búsqueda del discípulo, teniendo en cuenta que el personaje no tuvo hijos.
MK: Gaspet se enfrenta a la posibilidad de que el trabajo hecho por su familia a través de cinco generaciones termine con él. ¿Qué implica un sucesor? ¿Cualquiera puede serlo? ¿Debería ser más flexible o debería seguir buscando ese ideal de discípulo que podría no aparecer nunca, llevando al cierre del taller?
T: La manera de hablar y el modo de moverse de Gaspet, sumado a la puesta en escena de un taller, parecen revalorizar los oficios artesanales, la mirada sobre los detalles, la recuperación de un tiempo lento. ¿Cómo te interpela, como artista, este tipo de mirada?
MK: Martín Joab, como director, es más amigo de ir paso a paso, cosita por cosita, para llegar bien profundo. Yo vengo de una tradición escénica más veloz. Puedo transitar momentos lentos pero tengo un metrónomo interno más rápido. ¿Cómo hacer un espectáculo ágil y divertido y al mismo tiempo profundo y con la calma de un viejo artesano? Sin momentos de velocidad no lográbamos generar delirio cómico, pero sin calma no entrábamos en el detalle de un oficio artesanal llevado a cabo por cinco generaciones: un bisabuelo plantó un árbol, un abuelo lo cuidó, un padre lo cortó y lo almacenó durante años y recién después el hijo pudo usar esa madera, que llevaba décadas preparándose para ser tallada. Esa mezcla de ritmos, velocidades e intenciones llevó muchas horas de reflexión y ensayos. También aportó mucho la visión de Carolina Pecheny, quien asesoró en la dirección de las máscaras. La variación y los contrastes permiten el buen resultado con respecto al tempo.
T: El tema del legado y los maestros atraviesa toda la obra. Teniendo en cuenta que llevás 35 años enseñando, ¿cómo se cruza la historia narrada en escena con tu propia experiencia como docente?
MK: Por personalidad y timidez, no pude decir que era actor, director o profesor hasta bastante instalado en mis 30. Sin embargo hace algunos años empecé a sentir que dando clases había dejado de ser profesor y había pasado a la categoría de maestro, que tiene que ver con la manera de guiar y acompañar, de esperar o de empujar al alumno en el momento necesario, de hablar más o menos. Toda esa maestría que siento en mi oficio está también en ese artesano que compusimos.
(Télam)
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