Delicado retrato de un fracaso matrimonial debido a la neerlandesa Lot Vekemans

Mara Bestelli y Javier Pedersoli son los protagonistas de "Tóxico", de Lot Vekemans, un terso ejercicio en el que una antigua pareja vuelve a encontrarse tras nueve años, en una cita especial que se va conociendo en pequeñas dosis, en la sala El Extranjero, Valentín Gómez 3378, barrio de Almagro, los viernes a las 21.
Vekemans es neerlandesa como su traductor al castellano Ronald Brouwer, vinculado desde hace algunos años al teatro madrileño, y sale airosa del desafío de enfrentar a otro hombre con otra mujer de los tantos hombres y mujeres que se han visto en los escenarios para desenmarañar el pasado juntos.
Conocida y estrenada en Buenos Aires hace casi una década como "Antes te gustaba la lluvia", la obra sitúa a sus personajes en situación de espera en un sector anexo a un cementerio; en su momento se sabrá que algún tipo de material tóxico está afectando una zona de tumbas a punto de ser removidas, entre las que está justamente la del pequeño hijo en común que perdieron en un accidente absurdo.
Es posible que esa toxicidad en el terreno tenga un sentido real, pero también puede responder a todo lo contaminado, lo corroído, que fue desgastando aquel matrimonio durante sus años de convivencia, pero el asunto sirve para observar qué sucedió con esa antigua pareja con el paso del tiempo.
También puede referirse al aire enrarecido que se establece entre las personas, aun quienes conviven y hasta duermen juntos sin tener en cuenta que pueden cultivar una cruenta enemistad, con todos los riegos que eso supone.
Con un naturalismo absoluto, con diálogos cotidianos y movimientos normales en un encuentro inevitable, el director Pablo Di Paolo evita el melodrama y logra un clima envolvente que hace entrar al espectador en la humanidad de esos seres sufrientes que, cada uno por su lado, intentan desentrañar lo que no entiende.
Mientras el hombre asume una actitud primero pasiva y luego defensiva, la mujer es la primera en descerrajar su angustia por una ruptura que aún no comprende, su dolor como ser abandonado -él se fue del hogar sin aviso una noche de Fin de Año- y porque sabe que en ese vínculo subsisten hilachas de una pasión que existió.
Él termina confesando que está casado de nuevo, lo dice aportando un dato que tanto ella como el espectador desconocían y lo hace en plan de sinceramiento, lo que agrega un nuevo elemento de humillación para su antigua pareja, que ha cultivado la soledad como un estigma no carente de esperanza.
Lo que organiza con inteligencia la dramaturga Vekemans es un encuentro donde los sentimientos se cruzan de algún modo con lo dialéctico, sin caídas en la demagogia, en el que si bien la acción se desarrolla en el presente y en un solo lugar, hay ramificaciones que llegan desde afuera, tanto en el espacio como en el tiempo.
Como en otros ejemplos de teatro en dúo, aun argentinos -"Príncipe azul", de Eugenio Griffero, "Big bang", de Carlos Ares- hay un factor que puede hacer trastabillar el juego escénico, que es el inevitable conocimiento mutuo del pasado de los antagonistas -e imaginable para la platea-, pero a la falta absoluta de golpes bajos agrega la virtud de ir deslizando sus datos con notoria discreción.
Mara Bestelli es la intérprete ideal para el personaje, al que modula desde adentro en los pasajes de estupefacción como en los de ira con un equilibrio ejemplar -hay algún momento en que está sola en escena, muy conmovedor-, en tanto Javier Pedersoli es un buen contrincante, que maneja un personaje sobrado de ingenuidad como de machismo irresuelto.
(Télam)