Con su clasificación para la Copa de Asia, Siria consiguió participar en una gran competición internacional por primera vez en casi ocho años de guerra. Pero con el conflicto, las divisiones persisten entre los hinchas de fútbol del país. Las Águilas de Qassiun disputarán el domingo su primer partido en la cita continental de Emiratos Árabes Unidos. Su última participación en la Copa de Asia se remonta a enero de 2011, apenas unos meses antes del estallido de la guerra. Este evento tiene una gran carga simbólica para el país, que vio escaparse por poco la clasificación para la fase final del Mundial de Rusia-2018. "Las presiones y los sufrimientos de la guerra han tenido un impacto positivo en nuestra fuerza mental: estamos decididos a dar alegrías a los sirios, que las necesitan", declara a la AFP Mouayad Ajan, que forma parte del plantel sirio en esta Copa de Asia. "Nuestra clasificación es una victoria para todos", celebra el jugador, que milita en el Al Jazeera de Jordania. En un país en el que el conflicto ha provocado más de 360.000 muertes y ha dejado en ruinas ciudades y pueblos enteros, la selección siria no puede jugar en su territorio partidos internacionales. Pero su participación en eventos deportivos en el extranjero es muy seguida en el país. "La guerra nos ha traído mucha tristeza. Queremos aprovechar cada instante de alegría", justicia Maria Baroud, una joven vendedora de una tienda de ropa de Damasco. - "Bailamos y lloramos" - ========================= Esta joven ha comprado la camiseta del equipo nacional y está muy informada del calendario de los partidos. "Nunca hubiera creído que algún día conocería de memoria el nombre de los jugadores", admite. "Para mí ya no es un deporte de hombres, es una cuestión de patriotismo", añade. "Bailamos cuando el equipo gana, estamos tristes y lloramos cuando pierde", señala. La edición de 2019 de la Copa de Asia es histórica porque por primera vez participarán 24 equipos, en vez de los 16 que venían jugándola hasta ahora. El rival del domingo es un equipo que también conoce bien los estragos bélicos: Palestina. En su grupo se enfrentarán también en la primera fase a Australia, la vigente campeona. Un partido especial, ya que los sirios cayeron en las eliminatorias mundialistas ante ese rival. Después del inicio del conflicto, las competiciones deportivas se vieron interrumpidas en Siria, antes de ir retomándose tímidamente en las zonas gubernamentales alejadas de los combates, como la capital Damasco. El deporte ha vuelto ya a bastiones rebeldes reconquistados por el poder como Homs, en el centro, o incluso a Alepo, segunda ciudad del país. Con motivo de los últimos entrenamientos de la selección antes de su viaje a Emiratos, los hinchas acudieron en gran número a un estadio de Damasco, donde miles de personas animaron a sus jugadores, encendieron bengalas y grabaron la práctica con sus teléfonos móviles. Dominando la grada, dos retratos del clan Asad: el expresidente Hafed Al Asad y su hijo y sucesor, Bachar. - ¿Una selección del régimen? - =============================== Una circunstancia que simboliza posiblemente las divisiones que suscita el fútbol en una Siria todavía desgarrada por la guerra es que en los territorios rebeldes, el equipo representa para muchos únicamente al poder de Damasco. "El que diga que la política no tiene nada que ver con el deporte se está haciendo ilusiones", estima Rami Mohamed, habitante de Azaz, un lugar controlado por fuerzas rebeldes en el norte de Siria. "Todos los jugadores de la selección han alabado al régimen criminal. ¿Cómo puedo apoyar a un equipo que respalda a un asesino?", se pregunta. "Este equipo no me representa", sentencia. En octubre de 2017, después de las eliminatorias del Mundial de Rusia, el presidente Bachar Al Asad recibió a la selección de fútbol, firmó su camiseta y posó en una foto de recuerdo. En el inicio del conflicto, algunos jugadores se vieron apartados por motivos políticos, como Firas Al Khatib. Este jugador volvió luego a ser capitán del equipo, pero no participará en la Copa de Asia debido a una lesión. La selección aboga ahora por la unidad y evita mezclar política y fútbol. Mohamed Barafi decidió tomarse un día de descanso el domingo para quedarse en casa y ver el partido. "La actual selección es la mejor que ha tenido nunca Siria", se entusiasma este joven de 24 años. "Nació en tiempos de crisis. Es el equipo de la guerra", indica este empleado de una empresa informática. Para él, los jugadores "tienen una gran responsabilidad, la de hacer feliz a la gente". AFP-NA (Noticias Argentinas)