Diego, Rey de Reyes

Hubo un tiempo que fue hermoso: cada equipo disponia de un numero "10" que jugaba y hacia jugar, lucia y hacia lucir: en ese contexto, el de la abundancia de lo que en la jerga moderna hoy se da en llamar "El Diferente", en febrero de 1981 se

Deportes 21 de febrero de 2021 Agencia Télam
Hubo un tiempo que fue hermoso: cada equipo disponía de un número "10" que jugaba y hacía jugar, lucía y hacía lucir: en ese contexto, el de la abundancia de lo que en la jerga moderna hoy se da en llamar "El Diferente", en febrero de 1981 se consumó el debut en Boca del más notable futbolista de todos los tiempos.
Formulado de otro modo, Diego Maradona no brilló moviéndose a sus anchas en un terreno yermo, más bien todo lo contrario: asomó su cabeza adolescente entre reyes, príncipes y talentosos de variada gama y en menos de un lustro ya había condensado las destrezas de quienes lo precedieron y sembrado las destrezas por germinar.
Eran días de inobjetable vigencia de dos supercracks como el Beto Alonso y Ricardo Bochini, el pulcro Carlos Babington ya había regresado a Huracán, Patricio Hernández trazaba filigranas en Estudiantes (donde ya había debutado el Bocha Ponce), a Racing acababa de llegar el uruguayo Juan Ramón Carrasco acompañado del sutil santafesino Hugo Villarruel, que había partido de Colón de Santa Fe, igual que otro zurdo de batuta magistral Ernesto "Cococho" Alvarez, ídolo en Deportivo Cali.
El Chino Tapia era suplente de Alonso en River, en Sarmiento jugaba el exquisito misionero Carlos Ángel López, en Talleres de Córdoba alternaban en la función de director de orquesta José Daniel Valencia y Luis "Hacha" Ludueña y en los vecinos de Instituto el ligerito Raúl de la Cruz Chaparro y el tucumano Juan José Meza, que tanto podía ser 8 como 10, tal como Omar Larrosa en San Lorenzo, Carlos Ischia en Vélez, Omar Palma en Rosario Central e incluso dos compañeros del Maradona xeneize: Miguel Ángel Brinidisi y Marcelo Trobbiani.
Y siguen y siguen las firmas de los portadores de botines de terciopelo.
En Central, Eduardo Bacas y en Racing de Nueva Italia un cerebral de disparo milimétrico, como Roberto Gasparini; en Ferro, dos a falta de uno, el zurdo paraguayo Adolfino Cañete y el diestro uruguayo Julio César Jiménez y en Platense encendía las tribunas uno de perfil bajo que jugaba fenómeno: Raúl Grimoldi.
En Newell's ya era todo un crack Roque Raúl Alfaro, habían debutado en San Lorenzo la "Chancha" Rinaldi y Rubén Darío Insúa, Luis Abdeneve exhibía sus gambetas en Unión de Santa Fe, mientras tres veteranos sabios de la tribu empezaban la retirada a pura sutileza: Héctor Arregui, Hijitus Gómez y Hugo Saggiorato.
Para llevar a Diego a la Bombonera, Boca había cedido a Argentinos Juniors tan luego a Mario Nicasio Zanabria y Carlos Salinas, y a 10 mil kilómetros hacían lo suyo Julio Ricardo Villa en Tottenham Hotspur, Alejandro Sabella en Sheffield United y Juan Antonio Gómez Voglino, imaginero y buque insignia del Elche de España.
Los sábados, en el noble Ascenso, la rompían el Beto Pascutti, Mariano Biondi, Charly Carrió, Miguel Batalla, Juan Carlos Díaz, Pedro Coronel y Alberto Beltrán, entre unos cuantos.
Y ya retirados, en los potreros de Córdoba daba cátedra Daniel Willington y en los de Mendoza el legendario Víctor Legrotaglie. (Télam)
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