Teresa Arijon: El deseo es ese aire que lo envuelve todo

Desde una escritura que entrelaza la autobiografia y la cronica, Teresa Arijon funde su experiencia como modelo de artistas durante veinte años para indagar en cuerpos femeninos adorados y sancionados a lo largo de la historia

D-Interés 14 de octubre de 2021 Agencia Télam
(Por Marina Sepúlveda) Desde una escritura que entrelaza la autobiografía y la crónica, Teresa Arijón funde su experiencia como modelo de artistas durante veinte años para indagar en cuerpos femeninos adorados y sancionados a lo largo de la historia del arte, una exploración que atraviesa centurias y desarma conceptos hoy problemáticos como el de musa, una categoría que según la poeta, ensayista y traductora "dejó de existir hace rato, tal vez el surrealismo fue el último movimiento que abogó por su existencia".
"Algunas modelos inspiran a los pintores por su aspecto, otras por su personalidad", inaugura la autora la primera de las historias que entrelazan lo autobiográfico, la crónica y las reflexiones sobre mujeres, deseos, pasiones, rechazos, olvidos y castigos varios que se deslizan en "La mujer pintada", publicado recientemente por Lumen.
Arijón (1960) estudió teatro y como poeta publicó "La escrita" (1988), su primer libro de poesía surgido a partir de los silencios del modelaje vivo que adoptó como medio de vida en los 80, o "Puentes/Pontes" (2003) primera antología bilingüe de poesía argentina y brasileña contemporánea en la que participó. Es cronista y traductora literaria con más de 20 años de experiencia y recibió el Premio Konex a la traducción en 2014. Tradujo a escritores como Daniel Defoe, Virginia Woolf, Clarice Lispector, Rubem Fonseca y Michael McDowell ("Agujas doradas"), entre otros.
-Télam: ¿Por qué contar sobre el rol de las modelos de los artistas?
-Teresa Arijón: La idea surgió de mi propia experiencia: fui modelo de artistas durante más de veinte años. Era mi manera de ganarme la vida, y también un placer, un aprendizaje. Las modelos han sido y son claves para el arte y su historia, pero sabemos muy poco de ellas. Casi siempre los relatos se centran en los artistas, y creo que ya es hora de mirar del otro lado del espejo y hablar de quienes trabajaron a la par de ellos e hicieron posible la obra. Sin Victorine Meurent no existiría la "Olympia" de Manet; sin la chica anónima que posó para Sívori y fue tan estúpidamente criticada por los "expertos" no tendríamos El despertar de la criada, uno de los mayores desnudos del arte argentino. Sin mujeres dispuestas a esa entrega que es la pose tampoco tendríamos a las cautivas de Blanes y Della Valle. Ni conoceríamos la obra extraordinaria de Aleah Chapin, que pinta a las amigas de su madre, todas mujeres maduras. La relación entre artista y modelo, y más específicamente entre la obra y la modelo, es singular, única, preciosa. En el libro intento narrar eso, reflejarlo, hacerlo vibrar en la página, como vibra el color en la pintura.
-T: ¿Cómo se relaciona tu poesía con el modelaje para artistas plásticos?
-TA: Las sesiones de pose son largas y te dejan la mente libre. Esa inmovilidad del cuerpo te lleva a una especie de vacío, como una meditación. Y ahí, en ese vacío del pensamiento, empezaban a aparecer palabras, líneas, hasta poemas enteros que intentaba memorizar y luego corría a escribir en los descansos. Siempre llevaba mi cuaderno en la mochila porque la poesía estaba ahí, en esos momentos a solas conmigo misma que me brindaba la pose. Podría decir que escribí mi primer libro posando.
-T: ¿Cómo describirías la sensación de ser observada, estudiada como un cuerpo/objeto?
-TA: Por un lado estás vos y tu relación con tu cuerpo, con mostrarlo de esa manera que podría parecer pasiva, pero en realidad no lo es. Saberte observada es algo que al comienzo puede perturbarte, pero que enseguida aceptás como parte del juego. La modelo es también un personaje: cuando poso soy yo, Teresa, y también esa otra que se planta y se muestra. Elizabeth Hollander, una historiadora británica que también fue modelo, decía: "La cuestión no era ser 'un objeto', sino saber si yo me permitiría que 'ser un objeto' me gustara". Yo nunca me sentí un objeto. Y si fui un objeto, habré sido "objeto de arte", como un paisaje surreal de Lula Mari o la liebre muerta de Beuys.
-T: ¿Y tu relación con el pintor Juan Lascano?
-TA: Mi relación con Juan arraiga en algo que escribí en el libro: somos dos egos que se esfuman, el del pintor y el de la modelo. Fui durante quince años su modelo exclusiva (salvo cuando me iba de viaje por cuestiones literarias). Me alegraba posar para Juan, me encantaba verme reflejada en su obra. Entre óleos, dibujos, acuarelas hicimos más de 700 desnudos juntos. Nuestra relación como artista y modelo se parece mucho a nuestra amistad: es discreta, ceremoniosa, sutil diría.
-T: ¿Hay una relación íntima entre el cuerpo y la poesía, con el cuerpo desnudo de la mujer?
-TA: La poesía tiene una relación íntima con todo, me atrevo a decir. La poesía es íntima e inmediata: es un chispazo. El cuerpo está ahí, con su poder y sus límites. Y es materia de la poesía, quizás su materia más abstracta. El cuerpo desnudo de la mujer, así nombrado, es y ha sido "un tema". Según las épocas, según desde donde se lo mire, fue exaltado, adorado, escarnecido, todo lo que se te ocurra. Ahora, y desde hace ya bastante tiempo, las mujeres hablamos con voz propia de nuestros cuerpos y de otros cuerpos. El cuerpo es este que ves ahora, pero es también una construcción. Una idea.
-T: Pensando en artistas como Rafael y su pasión por la hija del panadero, Caravaggio, Courbet con la obra que deslumbró a Lacan, Baudelaire con Jeanne Duval, Gauguin o un Prilidiano Pueyrredón con "su" mulata, ¿qué sucede con el deseo? y ¿qué pasa con tu deseo?
-TA: Rafael murió en los brazos de La Fornarina, o eso me gusta imaginar. Baudelaire se quemó en su Venus negra. Prilidiano y su mulata se dejaban llevar en largas tardes de verano, en una quinta porteña llena de naranjos en flor. El deseo es ese aire que lo envuelve todo. Una semilla en la mano. Un arrebato. Hay muchas historias de deseo y de amores feroces en ese pequeño mundo que contiene cada pintura: esa intimidad. ¿Y mi deseo? Mi deseo siempre se iba por las ramas.
-T: ¿Cómo llegaste a las historias del libro?
-TA: Fueron varios años de investigación, con los cinco sentidos en alerta. Antenas que captaban todo lo que iba apareciendo, además de lo que yo buscaba. Conocía muchas de las historias que narro y han quedado muchas por contar. El tema es casi infinito. Una modelo te lleva a otra, una artista como Lee Price que pinta mujeres hermosas rodeadas de comida te hace pensar, el humor y la osadía de Claude Cahun te obligan a mirar tu propia vida con otro lente. Mi trabajo como traductora quizás tiene que ver en esto: para traducir, tenés que ponerte en el lugar de otro y escribir. Y en La mujer pintada me pongo en el lugar de las otras cuando escribo.
-T: En esas crónicas que arrojan luz sobre historias testigo de artistas y modelos ¿buscaste desmitificar y deconstruir el rol de la modelo y del artista? ¿Cómo se encadena con la mirada oriental que también mencionás?
-TA: Lo oriental que viene de Japón. Cuando Kawabata Kyõsai no entiende por qué los occidentales hacen posar a sus modelos y agrega: si la modelo fuera un pájaro, no cesaría de moverse. Y después propone un ejercicio zen: observar al pájaro -a la modelo- hasta recordar la pose con tanta perfección que ya no necesite mirarla en el momento de pintarla. Si algo busqué desmitificar es el supuesto de que siempre "pasa algo" de orden sexual explícito entre modelo y artista. A veces pasa, pero no es condición necesaria del oficio.
-T: En los textos autobiográficos contás algunas situaciones que fueron peligrosas para tu persona en el trabajo como modelo. ¿Cómo considerás hoy ese riesgo?
-TA: Supongo que el riesgo todavía existe, pero es menor. Cuando empecé a posar, dejabas un cartelito con tu nombre y tu teléfono en la Asociación Estímulo de Bellas Artes y te llamaban y allá ibas. No sabías con quién ni con qué te ibas a encontrar. Ahora Google resuelve algunas dudas de antemano. De todos modos, esas situaciones que cuento en el libro fueron la excepción a la regla.
-T: Relatás tu encuentro con algunas de las Guerrilla Girls. ¿Cuánta actualidad hay en esa intervención de "La gran odalisca" de Ingres con la cabeza de gorila de 1989?
-TA: Las "Guerrilla Girls" actualizan esa data en su página. Y ahí te enterás de que sí, desde 1989 hasta hoy "entraron" más artistas en el Metropolitan de Nueva York, pero las "mujeres desnudas" que cuelgan de sus paredes las siguen superando en número. Y fijate que El Prado, un museo fundado en 1819, recién realizó su primera exposición dedicada a una artista mujer, la flamenca Clara Peeters, en 2016. Casi dos siglos más tarde.
-T: ¿Cómo considerás que se resignifica el lugar de la "musa" hoy? ¿Las mujeres pintadas comenzaron a reír?
-TA: Creo que esa "musa" dejó de existir hace rato. Tal vez el surrealismo fue el último movimiento que abogó por su existencia, en el sentido de una mujer mágica, inspiradora y generosa que llevaría al varón de nuestra especie a una suerte de plenitud intelectual y emocional. Me acuerdo de la pintura de Max Ernst, "Au rendez-vous des amis", donde aparecen todos los surrealistas varones y dos infiltrados (Dostoievski y Rafael) y una sola mujer: Gala Diakonova, la anti-musa. A partir de ese momento, con Gala retratada por Dalí, las mujeres pintadas comienzan a reír abiertamente. Y ahora ríen a carcajadas, como en una acuarela de Rory Devine de 2013.
-T: ¿Por qué quisiste recuperar la experiencia de posar para Juan Lascano?
-TA: Quería concluir el libro con esa escena: una última sesión, una última pose. Y tenía ganas de volver a verme pintada. De volver a ser esa: la mujer pintada. (Télam)
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