Tana Oshima: El traductor no esta para limar diferencias culturales sino para hacerlas visibles

Tana Oshima es autora de los comics "Cosas que escribi en un rollo de papel higienico" y "Pulp Friction" y viene trabajando la traduccion literaria del japones al español en novelas como "Territorio de luz", que acaba de editar

D-Interés 13 de abril de 2021 Agencia Télam
Tana Oshima es autora de los cómics "Cosas que escribí en un rollo de papel higiénico" (2018) y "Pulp Friction" (2020) y viene trabajando la traducción literaria del japonés al español en novelas como "Territorio de luz", que acaba de editar Impedimenta, sello para el cual también tradujo "Agujero", de la escritora Hiroko Oyamada, una tarea que define como complicada y asemeja a "un proceso de reconstrucción".
Nacida en 1976 en Kamakura, Japón, Oshima vive ahora en Nueva York, ciudad desde la que vía mail aseguró que "el traductor no está para limar las diferencias culturales, sino para, precisamente, hacérselas visibles al lector".
"Es positivo y enriquecedor que el lector se enfrente a un mundo distinto y desconocido en el que el sentimiento de familiaridad ha desaparecido por completo sin que se sienta perdido por ello, porque al fin y al cabo está leyendo en su propio idioma. Me parece que es una experiencia única que puede proporcionar la traducción, y me gusta aprovecharla al máximo", reflexiona sobre su oficio.
¿Cómo se trabaja ese pasaje del japonés al español? Para Oshima, es complicado porque explica que "la traducción es un trabajo muy meticuloso en cualquier idioma, pero al tratarse de dos lenguas tan distintas, más que una traducción es un proceso de reconstrucción".
En ese sentido, cita un ejemplo al que dice recurrir seguido: "Es como replicar una catedral en algún lugar remoto, piedra a piedra, usando materiales distintos a los originales que sin embargo tienen que tener propiedades y funciones parecidas para que el resultado final, la réplica de la catedral, parezca la misma que la original. O como romper una taza de cerámica hasta hacerla añicos y volver a reconstruirla pegando las piezas una por una con pegamento, pero sin que se note el pegamento".
"A un nivel más profundo, los idiomas manifiestan una forma de ver el mundo. Así, por ejemplo, en japonés apenas se utiliza el pronombre 'tú'. Una persona se dirige a otra de formas distintas según la relación jerárquica y afectiva que tenga con esa persona. También el pronombre 'yo' varía según quién esté hablando y a quién se esté dirigiendo o si hay una relación de confianza o no. En estos dos ejemplos se puede ver cómo el lenguaje está directamente ligado a un sistema afectivo y también de pensamiento, en concreto confuciano", sostiene.
En la traducción de "Agujero", de Oyamada, se vio explicando por qué no usar "criatura" en lugar de "animal" y dice que es "porque en la cultura japonesa, que es en parte sintoísta (animista), muchos de los animales más comunes son potencialmente divinidades y no criaturas de dios".
"Si ponemos 'criatura', sí, se entiende que es un animal, pero se perdería todo el contexto sintoísta latente en la novela y en cambio le estaríamos adjudicando una cosmogonía judeocristiana, aunque sea de manera sutil", completa.
Acerca de esos matices, de lo que se corre el riesgo de perder en la traducción de una obra, la escritora y dibujante afirma que "si se pueden mantener los matices", prefiere hacerlo. "No siempre es posible. Siempre se sacrifican cosas en la traducción. Por lo tanto hay que captar todo eso cuando se traduce una palabra o una frase: el significado, la idea, la intención, la sonoridad y el contexto cultural que la envuelve, y una vez captado todo eso, reconstruirla".
Pero advierte que "no siempre consiste en buscar equivalencias" y cree que "hay un abuso de equivalencias en las traducciones del japonés a lenguas occidentales. No es necesario traducir 'tatami' por alfombra, o 'yukata' por bata, o reemplazar una canción tradicional japonesa por una española o americana o inglesa". Para ella, eso "no solo es innecesario, sino que refleja una mirada cerrada, a veces incluso colonial".
Oshima considera que "se traduce y edita poco literatura japonesa en Latinoamérica en la actualidad" y, al mismo tiempo, plantea que observando la experiencia española, "hay un hueco claro" para esta literatura. Dice que puede estar relacionado "con que la sociedad se ha abierto mucho y tiene más interés por saber qué se cuenta en culturas lejanas, pero también con que hoy en día se da más importancia a la posibilidad de que el lector o la lectora pueda identificarse fácilmente con los personajes de una novela, o de un ensayo, o de un poema. O simplemente con la temática".
"Esa identificación resulta importante, y hay temas que, a pesar de estar cargados de particularidades culturales, siguen siendo universales y relevantes y potencialmente transformadores. Como la situación de la mujer", apunta y recomienda leer a Hiroko Oyamada, Miri Yu, Sayaka Murata, Aoko Matsuda, Yukiko Motoya o Hiromi Kawakami. (Télam)
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