Nicolas Mavrakis: La mala literatura del yo confunde la imaginacion con el narcisismo

Bajo la metafora de distintas identidades que pretenden funcionar como escudo hacia el afuera pero se parecen mas a una amenaza que a una defensa, el libro "En guerra con la piel", del escritor Nicolas Mavrakis, presenta siete relatos donde

D-Interés 28 de septiembre de 2020 Agencia Télam
Bajo la metáfora de distintas identidades que pretenden funcionar como escudo hacia el afuera pero se parecen más a una amenaza que a una defensa, el libro "En guerra con la piel", del escritor Nicolás Mavrakis, presenta siete relatos donde distintas figuras masculinas expresan su incomodidad frente a una situación que los descoloca, desde el oscuro "hater" que se enamora de una chica "correcta" -un relato que expone al contrato conyugal como paradigma de dominación- hasta el chico apropiado por la dictadura militar que luego se convierte en emblema de la lucha por los derechos humanos.
- Télam: El narrador de "En guerra con la piel", un relato que se adivina autobiográfico, dice que esa batalla contra una piel sensible lo puso en alerta frente a posibles amenazas ¿Algunos de esos procedimientos como estar en vigilia frente al peligro o incluso pasar un período de ostracismo durante la adolescencia para eludir la mirada de los demás tuvieron alguna incidencia en tu relación con la escritura?
-N.M.: La paradoja de las afecciones de la piel, la verdadera piel, ese tejido que recubre nuestro cuerpo desde que nacemos hasta que nos morimos, es que no enseñan absolutamente nada. Según muchos ensayos alusivos, la piel es ese lugar donde emergen de manera inesperada nuestros conflictos inconscientes. Es una explicación muy cómoda y que podría traducirse así: si hay estrés, entonces hay padecimiento en la piel. Y, por supuesto, ¿cuándo no hay estrés?
La guerra con la piel es interminable porque, en el mejor caso, el proceso de entenderse a uno mismo es, a la vez, interminable. El problema sería creer que uno sí puede conocerse por completo a sí mismo, y que por lo tanto puede dilucidar y resolver aquello que perturba su realidad para alcanzar una piel libre de los síntomas del estrés, una piel sin conflictos y en plena armonía con la vida. Desde ya, ese es el equívoco de la mala "literatura del yo", donde se confunde la imaginación con el narcisismo, y también el núcleo profundamente errado de la "crónica periodística", que confunde la mala literatura con el buen periodismo.
- T: En "Eatle" y "Cilla" se cruzan cuestiones que trazan el signo de los tiempos: un hater que comete todo tipo de atracos violentos y sexuales, pero que se redime en su relación con una chica de raza negra y familia inmigrante, con la que vivirá una transformación ¿La ironía respecto a lo que narra permiten explorar zonas menos transitadas y más ricas porque juegan con la incomodidad del lector?
- N.M.: Cilla es "el estado del arte" del pensamiento liberal progresista, en el mejor sentido que se le pueda dar a ese pensamiento. Es una mujer joven y atenta a su cuerpo, orgullosa de su raza, a la altura de lo que su feminidad reivindica y que no claudica sus deseos sexuales ni pierde de vista su voluntad de crecimiento intelectual y económico. Pero se enamora de Eatle, que es poco más que un criminal bruto y salvaje, sin capacidad para "empatizar" con nadie.No estoy seguro de que Eatle se redima al convertirse en el último proyecto humanitario de Cilla. Diría, incluso, que es ella la que busca en él algo que la devuelva de algún modo a la realidad de los conflictos mundanos. Como fuera, pronto los une el milenario equívoco del amor. Esa relación sí es una sátira sobre los dilemas de la "corrección política", empezando por el hecho de que Eatle pronto descubre que el honorable modelo conyugal que le ofrece Cilla es un perverso mecanismo de aniquilamiento de todo lo que está vivo en su espíritu, aún si eso a través de lo que respira su alma es la actitud antisocial. Lo incómodo, tal vez, está ahí: en el gradual develamiento de que las personas que se atribuyen la representación de "lo bueno" para señalar con sus acusaciones a "los malos" resultan ser, al menos nueve de cada diez veces, los peores y más perversos autoritarios. (Télam)
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