Milena Busquets: Hay que reivindicar la fealdad, el ser antipatico, estupido y equivocarse

"Las palabras justas", diario que la española Milena Busquets escribio del 6 de enero al 31 de diciembre de 2021, todo un año que incluye las huellas que dejo en la intimidad el aislamiento y la apertura pospandemia, amasa

D-Interés 11 de septiembre de 2022 Agencia Télam
(Por Dolores Pruneda Paz) "Las palabras justas", diario que la española Milena Busquets escribió del 6 de enero al 31 de diciembre de 2021, todo un año que incluye las huellas que dejó en la intimidad el aislamiento y la apertura pospandemia, amasa una contradicción que avanza con los días, fluctúa mes a mes y teje un ejercicio orgánico de reflexión personal sobre lo cotidiano (amor, sexo, economía familiar, escritura), donde si algo perdura es la conciencia sobre la brevedad de ciertos estados y de determinadas certezas, y sobre la potencia que los devuelve al presente.
La preocupación de Busquets (Barcelona, 1972) en esta publicación (Anagrama) es “no escribir a favor de uno mismo”, captar algo “verdadero”, por más mínimo que sea es un logro en esa escritura en la que se tiene a sí misma como materia prima, “ser real” sabiendo que “ningún escritor en el planeta Tierra, ni el más cándido, ni el más bobo, ni el más puro escribe un diario sin pensar que tal vez algún día se publique”.
La premisa que se propone seguir desde el Día de Reyes hasta la despedida del Año Viejo es una de las potencias de este ejercicio de escritura obrera: diaria, trabajosa, que genera un ingreso económico. La consigna de honestidad provee la contradicción que vuelve verdadera a la narradora: enamorarse es ”una pérdida de tiempo”, es “ganar tiempo, es “el octavo pecado capital”, “una cualidad”. El diario de Busquets da cuenta -en párrafos cortos, a veces una sola oración- de sucesos y hábitos en apariencia superficiales que tienen la contundencia de definir a una persona: “A los temas serios no es necesario narrarlos con solemnidad”, le dice a Télam.
En el devenir de los días que narra debate consigo sobre la soledad, la autocensura, Houellebecq, Chéjov, Messi, despotrica hasta contra los escritores que cuentan sus sueños en sus diarios y, pasadas las entradas en el suyo, cuenta ella un sueño, el de los caballos alados en Cadaqués, tierra de su infancia: uno le acerca manso el hocico pero percibe el miedo que a ella le da ese movimiento y entonces la mira amenazante y sigue su camino.
¿Ese caballo es su infancia? Época que cree feliz pero sobre la que nunca escribió. ¿Es su padre? Sobre quien tampoco escribió y sobre lo que también reflexiona varias veces en el diario, incluso antes, cuando después del éxito de la novela “También esto pasará”, sobre la relación con su madre, la escritora y editora Esther Tusquets, dice en alguna entrevista que tendría que haber sido un libro sobre su padre, el poeta Esteban Busquets.
“No lo sé, no sé si sé escribir sobre la infancia, no sé si conseguiré escribir sobre mi padre, pero todo es muy doméstico y familiar en mis libros". La portada es una foto que hizo hace años Gregori Civera, el padre de su hijo menor: una chica mira la ciudad de noche desde el interior de un edificio alto.
“Me gustaba la idea de una mujer mirando al mundo, también que estuviera en ropa interior, el hecho de desvelarse y al mismo tiempo que no se sepa quién es, no se le ve la cara, un juego muy de escritor: no revelas tanto como los lectores creen, no revelas cosas que crees que estás revelando”.
-Télam: El libro critica cuestiones cosméticas de época, como “el exhibicionismo de la bondad” en las redes y fenómenos como la cancelación.
-Milena Busquets: Quiera o no quiera una escribe sobre su época y también contra su época. No leo muchísimos diarios y me mantengo bastante al margen de la actualidad, pero una observación inevitable es la pérdida de libertad individual y de la posibilidad de meter la pata sin que sea una cuestión muy grave, de pasarse de la raya sin que sea considerado un crimen, de opinar distinto sin que tú me digas imbécil y yo te llame idiota. Ver que de repente piden todo el tiempo una justificación permanente de quién una es, es muy pesado y además perdemos mucho tiempo todos.
-T: ¿De dónde viene la cuestión sobre la honestidad que cruza el diario?
-M.B: Me molesta que ya no podamos aparecer tal y como somos, que tengamos medio siglo y tengamos pretender que no lo tenemos o pretender que somos buena gente. Todos tenemos una parte buena y una parte terrorífica, la mojigatería me molesta mucho, este puritanismo. No es que me gusten los cabrones, pero tiene que haber un poco de reacción contra está pretensión de tener que ser todos buenos, guapos, ricos. No es así la vida. Como escritora no considero que tenga ninguna obligación de tener un comportamiento impecable ni de pensar cosas impecables. Igual si te dedicas a la política o a la medicina o si eres un abogado por los derechos civiles. Tenemos miedo a ser cancelados, a no gustar a todo el mundo, cuando es algo obvio, ¿qué es esta idea nueva y loca de que cuantos más likes mejor? Así tampoco es la vida.
-T: ¿Con qué vinculás ese fenómeno?
-M.B: Las redes sociales son el mundo de la vanidad y el vacío. Me pregunto por la gente que está creciendo en esto, chicos de 20 años que suben fotos cada día, ¿cómo van a llegar a los 50?¿cómo van a vivir la pérdida de facultades físicas? ¿cómo van a vivir la madurez y la mediana edad? Tengo mucha curiosidad por ver adónde va esto. Es verdad que yo utilizo mucho mi vida como material pero yo nunca me he hecho una selfie. No hay selfies en mi Instagram, soy de otra generación, casi me parece más revelatorio. Esta obligación de no sólo ser simpático y bueno sino también bello no puede ser, estamos locos, hay que reivindicar la fealdad, el ser antipático, el ser estúpido, el equivocarse, es una locura esto que pasa ahora. Primero, porque lo aplana todo y segundo porque es una falsedad.
-T: Eso aparece reivindicado en el diario, la posibilidad de ser honesta y cuánta elegancia y belleza puede guardar esa decisión.
-M.B: Me gustan mucho la liviandad y la frivolidad pero esto atañe a algo muy profundo que es nuestra alma. Me alegro mucho de haber tenido una juventud en la privacidad, que no haya fotos de las fiestas a las que he ido, ni de mientras en el baño, porque me parece una esclavitud la obligación de que todo esté colgado. Una selfie no es un autorretrato, eso es lo que intento hacer en este diario. No se trata de escribir una frase y vomitarla. Para un individuo es complicado y para una persona que intenta hacer algo mínimamente artístico es un desastre, porque pasas a moverte en el reino de los reality y la mentira absoluta. Pura fachada caduca, temporal y breve.
-T: ¿Esto se vincula con la preocupación por la autocensura al escribir que también aparece en estas páginas?
-M.B: Cada generación y cada época se tiene que armar contra esto. Es la tendencia normal querer ser queridos, parecer lo más guapo y listo posible y dejar fuera lo que todavía no entendemos ni nos gusta. Por otra parte, una no se acaba de conocer nunca, la exploración es permanente, con lo cual hay temas a los que una va llegando más allá de los que estuvieron siempre ahí. Me recuerdo enamorada desde que tenía cinco años y mi madre, a quien la ropa no le interesaba nada, contaba que yo tenía dos años y cuando ella abría el armario me ponía a aplaudir. Me gusta ser parecida a mucha otra gente que se divierte con la ropa o montando teorías sobre la elegancia. Como escritora no me quiero en un plano aparte, conozco escritores mucho mejores que yo que escriben desde la distancia pero yo manejo la cercanía. Si me llaman frívola o trivial, es un riesgo.
-T: En el diario decís que la literatura es tierra mitológica, de acceso restringido, marcada por el respeto y cierto temor, a la vez que desmitificás la labor literaria.
-M.B: Me importaba mucho hablar de lo que significa ser escritor, que en casi todos los casos es tener épocas con dinero y estar confortable, nunca riquísimo, y épocas en las que no tienes dinero, como la mayoría de la humanidad. En casi todas las memorias honestas de escritor te hablarán de esto, distinto es si has escrito el maravilloso Harry Potter o si eres Stephen King, pero lo general es lo otro. Por otra parte, quería tratar algunos prejuicios sobre el mundo de la pertenencia literaria, para mí el apelativo de escritor es como una medalla que te pones después de muchos años trabajando y me sorprende que gente muy joven sin libros publicados se autodenominan escritores, por ejemplo, en Instagram, pero es genial, es mucho más saludable y verdadero que verlo como una especie de medalla que algún día ganarás.
-T: El diario muestra una tensión constante entre lo erótico y lo tanático, en su narradora conviven fuerzas contradictorias, los temas pueden ser pesados pero la decisión es narrarlos desde la superficie: “Los asuntos serios e importantes deben abordarse con ligereza y alas en los pies”, escribe.
-M.B: El libro es liviano por cómo está escrito y cómo fue ese año para mí y por la voluntad de hacer un libro entretenido, pero también hay consideraciones serias y profundas: la muerte, las pérdidas. Es que cada escritor puede escribir a su modo. Si me dieses la opción de escribir como Dickens, claro que te diría vamos a escribir como Dickens, pero esa opción en los escritores no se da. Seguramente Dickens solo podía escribir como Dickens. Es una cuestión de respeto a uno mismo y de conocimiento de hasta dónde puedes llegar. Si es esto lo que me divierte está muy bien, pretender hacer Kafka, al que amo, o Nabokov sería una impostura y perdería mucho tiempo que además no tengo. Tengo 50 años, ¿cuántos libros más puedo escribir? ¿Seis, siete? (Télam)
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