La exposición "La vida de Oscar", que se exhibe en la Fototeca Latinoamericana de Buenos Aires, reúne imágenes que el fotógrafo Daniel Muchiut registró durante veinte años a un hombre que deambulaba por calles y descampados de Chivilcoy desde una mirada que se detiene en los efectos de una sociedad que expulsa y no en la espectacularización de la pobreza.

Durante veinte años, Muchiut (Chivilcoy, 1967), fotógrafo y diseñador, retrató a Oscar Ojeda (Misiones, 1950), el hombre cargado de bolsas, acompañado de perros, que vivía a la intemperie, en autos abandonados, taperas, bajo chapas, en esa ciudad bonaerense.

Lo conoció, forjaron una relación y Muchiut todavía lo visita en el Hogar de Ancianos Municipal, al que Oscar llegó en 2003 en muy malas condiciones de salud.

De largo aliento, "La vida de Oscar" es un ensayo fotográfico que Muchiut desarrolló entre 1998 y 2016; las fotografías exhibidas en FOLA narran una vida y muchas a la vez: organizadas en series no cronológicas marcadas por los lugares que atravesó el protagonista, las imágenes muestran a Oscar por fuera del sistema, trabajando la naturaleza y en la basura, o con sus perros, fieles compañeros en condiciones materiales de desigualdad.

Curada por Gabriel Díaz, la muestra que se puede ver hasta el 4 de agosto en el primer piso de Godoy Cruz 2626 reúne además una selección de imágenes que testimonian el reencuentro con sus dos hermanos, que lo buscaban desde hacía 58 años cuando los separaron en distintos orfanatos; y su vida en el hogar de ancianos, donde el hombre de las bolsas se reconstruye en un habitante del geriátrico.

Y además está el documental y los textos que completan su biografía y amplían lo que las imágenes no llegaron a captar y que Muchiut fue armando con la historia de los vecinos: antes de su vida en la calle, Oscar tuvo una vida dentro del sistema, luego fue acusado por la policía, preso y torturado, sin nadie que lo reclamara, y desde entonces "nunca más volvió a ser el mismo", sostiene el texto de la exposición.

- Télam: ¿Cómo apareció este ensayo?

- Daniel Muchiut: En el 98 estaba exponiendo en Buenos Aires y vi mucha gente viviendo en la calle. Quedé muy conmocionado porque a lo mejor si vos vivís con ese paisaje se te hace invisible, pero para alguien de interior es una trompada. Yo también estaba preocupado por perder mi laburo. No alcanzaba a entender bien y busqué respuestas a través de la fotografía. En Chivilcoy había una persona que deambulaba con aspecto muy salvaje, que vivía en las afueras de la ciudad, por fuera del sistema. Me acerqué, le conté mi idea, aceptó compartir conmigo y después no pude cortar más la relación y todavía la siento muy cercana y afectiva. Es parte de mi familia, de mi vida.

- T: ¿Cómo encara un trabajo fotográfico de este tipo?

- D.M.: Mis ensayos no tienen principio ni final, con el tiempo entiendo hacia dónde van, pero fundamentalmente nacen de un interrogante y ahí es un hilo que empiezo a tirar, siempre intentando entender realidades distintas a las mías, buscando historias más densas, profundas. Y en el transcurso del tiempo el fotógrafo va bocetando, como un escritor, una historia.

- T: Y en este trabajo en particular ¿cuál fue el interrogante?

- D.M.: Yo siento que este ensayo habla más de mí que de Oscar. Me sentía muy angustiado por lo que pasaba en el país y esa oscuridad que detona en el crisis de 2001, fueron mis primeras preguntas: qué era la desigualdad, la locura, la soledad. Y a la vez una visión romántica de Oscar pensando que el loco era yo por estar enajenado en un trabajo rutinario o no poder sostener una vida con tanta adversidad como él. A veces sentimos que la sabiduría la tiene un tipo culto con una oratoria exquisita pero, en cambio, la resistencia de Oscar es una sabiduría extraordinaria.

- T: No hay aquí espectacularización de la pobreza ni salvación. ¿Qué se propuso en este sentido?

- D.M.: En todo caso, con este ensayo me salvé a mí: a los 30 años, el pobre tipo era yo. Si bien es imposible comparar porque yo tenía las cuestiones básicas saldadas, la libertad de romper con el sistema tiene un precio maravilloso, más allá de que en la pobreza se sufre muchísimo y no es nada romántico. Pero en ese momento de mi vida y del país, sentía que el que estaba errado en la forma de vida era yo.

- T: ¿Qué le dejó ese proceso?

- D.M.: Empecé a darle importancia a las cosas verdaderas. Y a darme cuenta que había sido un privilegiado en la vida más allá de que soy un simple trabajador, soy un agradecido y eso es por verlo a él: si él pudo ante tanta adversidad, yo con estas condiciones también. En todos mis trabajos tuve mucha necesidad de entender una parte de la sociedad marginalizada o invisibilizada pero porque, de alguna manera, pertenezco allí también.

- T: Acompañando a Oscar, se paró del otro lado del sistema. ¿Con qué se encontró?

- D.M.: Con los prejuicios, el daño y el miedo por lo desconocido. Culturalmente nos han hecho entender que lo que da miedo es lo que no entendemos, y en ese sentido Oscar representaba el enemigo para muchos. (Télam)