La muestra Poetica de la memoria marca la vuelta a la agenda presencial de la Biblioteca Nacional

Con la muestra "Poetica de la memoria", dedicada a la produccion cultural de la generacion de quienes fueron niños durante la ultima dictadura, que irrumpio en los 90's al calor de las movilizaciones sociales contra la

D-Interés 15 de septiembre de 2021 Agencia Télam
(Por Dolores Pruneda Paz) Con la muestra "Poética de la memoria", dedicada a la producción cultural de la generación de quienes fueron niños durante la última dictadura, que irrumpió en los 90's al calor de las movilizaciones sociales contra la impunidad como política de Estado, la Biblioteca Nacional abre la escena al público general tras año y medio de actividades limitadas por la pandemia de Covid-19.
La muestra que se abre paso desde la Plaza del Lector con la señalética del icónico Grupo de Arte Callejero (GAP), esos "Carteles de la memoria" que en los 90 redujeron el lenguaje a su mínima expresión y con un Falcon verde o una gorra militar daban cuenta de conceptos complejos como detenido-desaparecido, llega hasta el hall de entrada de la Biblioteca, donde se completa con textos, fotos, filmes y hasta juguetes y ya no se necesitará cita previa para ingresar.
Sí se necesitará barbijo, todo el tiempo, y otras exigencias del protocolo por coronavirus que, entre otras cosas, restringe el acceso libre al área del hall y las salas Lugones y Walsh de la planta baja, donde hasta el 31 de marzo podrán recorrerse los tres ejes de "Poéticas de la memoria" -Territorio. Infancia y Archivo-, de lunes a viernes, de 10 a 16.
La muestra rescata producciones artísticas de la generación que fue "hija" durante dictadura: "hijes del exilio, hijes de desaparecidos, hijes de presos políticos e hijes criades durante el terrorismo de Estado -explica a Télam su curador, Federico Boido-. Artistas que atravesaron la experiencia del golpe siendo niños y que filian su estética y procedimientos artísticos a los de esa generación".
Hay registros de "Mi vida después", la obra que Lola Arias, referente mundial del teatro documental contemporáneo, hizo con jóvenes que en los años 70's y 80's eran niños, reconstruyendo con sus relatos la vida de sus padres. Una de las actrices es la también música Liza Casullo, convocada para esta muestra, hija del argenmex Nicolás Casullo, uno de los tantos intelectuales exiliados en México durante la dictadura.
Son más de 40 artistas, entre ellos Paula Bombara, que participa con un extracto de la novela "El mar y la serpiente", leyéndola para uno de los podcasts que acompañan cada sala y que los visitantes pueden bajar a su celular con un código QR.
En cada sala hay un podcast con una playlist sobre cada libro expuesto, leído por sus propios autores, como Andrea Suárez Córica, pionera que ya en 1992 trabajaba sobre la identidad y la memoria, cuando no existían agrupaciones como H.I.J.O.S., creada tres años después, en el 95. O Patricio Pron, Félix Bruzzone, Julián López. Autores de algunos de los textos literarios centrales de la producción de este colectivo.
"Lo que nos interesa es qué hacen estes hijes con esa herencia, con esas fotos de sus padres, ese álbum familiar incompleto o con un pedacito de ropa, como habla Marta Dillón en la novela 'Aparecida', cuando el equipo de Antropología Forense le devuelve los huesos de su madre con un pedacito de tela en ellos", indica Boido.
Julián Axat coordinó la colección Los detectives salvajes del sello La talita dorada que rescató materiales literarios y poéticos de víctimas del terrorismo de Estado y los puso a dialogar con autores del presente, "volviendo a poner sobre la mesa el diálogo cultural interrumpido por el genocidio y perpetuado por el neoliberalismo en democracia", explica el escritor y editor.
¿Qué implicó materializar ese diálogo? "Hacerse cargo de muchos aspectos culturales que aun guardan resquicios del genocidio, olvidos, exclusiones y deudas -dice Axat-. Haber visibilizado voces desaparecidas desde este proyecto también da cuenta que no existe una política cultural desde el Estado que incentive o promocione estas búsquedas, las edite y haga circular.
"Arqueología de la ausencia" es otra respuesta a ese qué hicieron los hijos e hijas con la herencia planteado por Boido. Una serie fotográfica de Lucila Quieto, artista visual hija de Carlos Quieto, desaparecido, que colgó un cartel en un local de H.I.J.O.S. donde decía 'vení a sacarte la foto que siempre soñaste y nunca tuviste'.
"Un montón de militantes le dieron una imagen de su padre o de su madre que ella proyectaba en tamaño natural sobre el cuerpo del hije para retratar una imagen imposible, un montaje fantasmal que recuperaba el trazo identitario afectivo", señala el curador.
La fotógrafa Guadalupe Gaona toma fotos de los lugares adonde se fotografiaron sus padres por ejemplo. Son ocho las series reunidas, algunas de Verónica Maggi, Verónica Villanueva, Soledad Nívoli y Camilo del Cerro y "eso también son los 90, una vuelta a lo intimo, un procedimiento que incluye algo medio anfibio, de desplazamiento entre soportes".
Dentro del eje Infancia, el exilio tiene un lugar destacado porque significó una producción cultural muy singular, como el documental "La guardería", de Virginia Croatto, hija de Susana Brardinelli, responsable de la guardería que albergaba en Cuba a los hijos de los militantes montoneros que integraron la Contraofensiva, o las fotos de Marcela Cabezas Hilb, quien llegaba por primera vez a Argentina cuando sus padres volvían y no había espacio para la escucha de esas voces extrañas, y extractos de "La casa de los conejos", novela de la argentina Laura Alcoba, radicada en Francia desde su exilio a los 10 años, que escribe en francés.
El eje Territorio que abre el GAC se completa con producción de Etcétera, otro grupo que en los 90 acompañó los escraches a genocidas amparados en la leyes de Obediencia Debida y Punto Final y en los indultos menemistas, con acciones disruptivas que recurrían a la sátira como denuncia invirtiendo alto y bajo con antimonumentos como el "Monumento a la gomera", consistente en una gomera gigante instalada en General Mosconi, primera ciudad piquetera.
"A nosotros nos preocupaba imaginar formas de hacer arte por fuera de un sistema cultural dirigido por y hacia una elite, y en las calles el arte se podía socializar, y dirigirse a un público muchísimo más amplio que el del propio medio cultural", cuentan en un mail conjunto Federico Zukerfeld y Loreto Garín Guzmán, creadores del grupo Etcétera que comparte el eje Territorios con GAP.
La incidencia en el presente ha sido una solución de continuidad, postulan los artistas, "un traspaso generacional de esa prácticas que en esta exposición están documentadas como parte de archivos artísticos o de legajos judiciales, porque aquellas experiencias no habían sido incorporadas por el sistema ni la historia del arte como obras, y en muchos casos eran intervenciones anónimas y efímeras. Intervenir artísticamente el espacio público -en contextos de protesta, reclamos por salud, educación, justicia- formaba parte más del prontuario que del curriculum vitae de artistas y colectivos".
"Como se puede ver en esta exposición, las expresiones artísticas que operaban simbólicamente sobre la actualidad -sobre todo las que se hacían en las calles- eran combatidas con detenciones policiales y estigmatizadas desde los medios de comunicación masiva -agregan-. Intentando leer aquel contexto desde este presente, podemos apreciar como muchas de las estrategias utilizadas por artistas y activistas han influido en el devenir de las acciones colectivas de las nuevas generaciones".
En su experiencia "el principal ejercicio como generación de fines de los '90 fue poner la memoria en acción, recuperar las calles y, como jóvenes, enfrentar el miedo, hablarle a la sociedad en primera persona y en tiempo real. La improvisación tenía más fuerza que la retórica y el objetivo era recuperar el poder de la palabra-acción para volver a enunciar -a veces gritar, otras susurrar- lo que sentíamos y denunciar la sensación de impunidad e injusticia que vivíamos".
Desde el GAC, creado en 1997 por alumnas de la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón -recordadas entre otras acciones por haber creado un tríptico compuesto por un afiche, un video y una agenda que publicaba domicilios y teléfonos de ex represores escrachados-, Charo Golder se refiere a un compromiso que no se reconfigura.
"El compromiso no es algo que se reconfigura -dice-, está o no está. Los cambios van por dentro, son culturales, sociales, políticos, afectivos, personales. Crecemos a la par que todo crece, sino sería una repetición de nosotras mismas. No seríamos quienes somos si no hubiéramos compartido los 90 con la agrupación h.i.j.x.s sin quien la historia y la memoria hubiera sido distinta en nuestro país".
"El compromiso es ideológico -insiste-. Se elige de que lado de la mecha te encontrás. Y los aportes van en ese sentido. En vivir la vida de un modo que valga la pena. Desde nuestro lugar apostando a la significación, al debate, al pensamiento crítico. Configurando maquinarias que permitan repensar nos y no quedarnos expectantes de lo que sucede a nuestro alrededor". (Télam)
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