Carlos Gamerro: El racismo en el siglo XIX era la base misma de todos los saberes posibles

La publicacion de la novela "La jaula de los onas", en la que Carlos Gamerro narra las peripecias de una familia de Tierra del Fuego exhibida como exponentes de "antropofagos patagonicos" en la Exposicion Universal de Paris de 1889, coincide con la

D-Interés 15 de mayo de 2021 Agencia Télam
La publicación de la novela "La jaula de los onas", en la que Carlos Gamerro narra las peripecias de una familia de Tierra del Fuego exhibida como exponentes de "antropófagos patagónicos" en la Exposición Universal de París de 1889, coincide con la noticia de que Francia devolverá a la Argentina los restos de un tehuelche que se exhibía en un museo, un gesto que parece demostrar el arrepentimiento de algunos avasallamientos de la cultura europea sobre el resto.
- Télam: ¿Este gesto de Francia es un reconocimiento de la crueldad europea?
- Carlos Gamerro: Indudablemente, pero no hay que olvidar que las culturas americanas también fueron avasalladas por las americanas. De chico iba mucho al Museo de la Plata (mi padre trabajaba ahí, era paleobotánico) y parecía lo más natural del mundo que hubiera cráneos o esqueletos de indígenas en exhibición. Fueron retirados de la sección pública recién en 2006. La ley 25,517 de 2001 obliga a museos y coleccionistas a restituir los restos mortales de aborígenes a las comunidades que los reclamen.
El documental "Calafate. Zoológicos humanos" (sí, es el mismo 'Calafate' que el de mi novela) presenta la devolución de los restos de cinco kawéskar, hallados en Zurich, a sus comunidades de origen en Chile; "Damiana Kryygi", de Alejandro Fernández Mouján, la reunión y restitución de los restos dispersos de la niña aché de ese nombre, y su entierro entre los suyos.
El antropólogo Fernando Pepe, coordinador del colectivo Guias, ha encabezado con éxito similares iniciativas, mientras que la Comisión Piedra Azul promueve la restitución de los restos de Manuel Calfucurá, actualmente en el Museo de la Plata. El tráfico de restos 'indígenas' era un gran negocio en la época en que transcurre la novela, y se convierte en uno de los elementos de la trama. Es una pena que junto a los cráneos o esqueletos de indígenas no fuera costumbre exhibir los de algunos europeos. Así les podríamos devolver el favor a los franceses.
- T.: ¿Cuánto del deseo de ser antropólogo hay en la escritura de "La jaula de los onas"?
- C. G.: Muchísimo. Es la carrera que más me hubiera gustado seguir, después de Letras. Las culturas indígenas, sobre todo, siempre me fascinaron. En 1984 tuve la oportunidad de vivir durante algún tiempo en una población de la etnia shipibo-conibo, en el Amazonas peruano. Es una de las experiencias más felices que recuerdo, y sin duda me debe haber ayudado en mi intento de recrear imaginativamente la cultura tradicional de los selk'nam.
- T.: Te propusiste con esta novela responder a cómo fue posible una foto como la de Maurice Maître con las nueve personas secuestradas y presentadas como "antropófagos patagónicos" ¿lo lograste?
- C. G.: Creo que sí, pero no sería capaz de resumir ahora esa respuesta. Toda la novela es la respuesta: bien mirada, es la historia de esa foto. La tenía siempre a la vista mientras escribía, y por eso decidí incluirla en la edición de la novela. Es una foto que nos mira y pide respuestas.
-T.: ¿La estructura de la Torre Eiffel -símbolo de la civilización- puede convertirse en la jaula y viceversa?
- C. G.: La foto de los selk'nam; la foto de la Torre: de esa yuxtaposición surrealista nace la novela. Es obvio el sentido que los visitantes le darían: la vertiginosa telaraña metálica de Eiffel presentaba la cumbre, el pináculo de la civilización; los "antropófagos patagónicos" en esa otra jaula de hierro, el grado más bajo, el punto de partida. Torre y jaula eran solidarias, se reclamaban mutuamente.
T.: El racismo sigue vigente en el siglo XX ¿Cuál es la diferencia con el positivismo decimonónico?
C. G.: Lo que llama la atención, al adentrarse en las ciencias del hombre del siglo XIX, y de prácticas político-militares-económicas como el colonialismo, es su constitutiva, incuestionable, base racista: todas, sin excepción, se basan en la presunción de que hay una escala civilizatoria (pueblos culturalmente más o menos evolucionados) y que tal escala tiene base biológica, es decir, racial.
El racismo no era, como a veces se lo presenta hoy día, la actitud discriminatoria de algún individuo desagradable: era la base misma de todos los saberes posibles; un paradigma que empieza a desarticularse recién después de la Segunda Guerra, tras el horror del Holocausto y el inicio de los procesos de descolonización en Asia, África y América.
(Télam)
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