Aliados para desentenderse de los contratos y de las conversaciones que involucran dinero

Ni los editores son los malos de la pelicula, ni los agentes son gladiadores que pelean por el mero el bien de la literatura.

D-Interés 20 de marzo de 2021 Agencia Télam
Ni los editores son los malos de la película, ni los agentes son gladiadores que pelean por el mero el bien de la literatura. Los autores coinciden en que tener un agente hace más acolchado el espacio de negociación y de intercambio que implica el largo proceso necesario para que un manuscrito se convierta en un ejemplar en la mesa de novedades de una librería.
La escritora Claudia Piñeiro empezó a trabajar con Guillermo Schavelzon en 2014 cuando publicó “Una suerte pequeña” y, a la distancia, acepta que fue cierta incertidumbre del mercado editorial la que la llevó a tener agente: “En aquel momento Alfaguara, la editorial en la que yo publicaba, había sido comprada por Random House y la cuestión tomaba otras dimensiones. Yo sentía que la negociación me iba a quedar muy lejos y pensé que un agente como Guillermo iba a poder acompañarme en esa escala”.
Con el tiempo, fueron construyendo una relación. Ella delega en él y en su socia, Bárbara Graham, la negociación del contrato y, si bien la consultan, acepta que prefiere “enterarse lo menos posible del transcurso de las negociaciones”. Pero además, entablaron una conversación literaria: “Lo consulto mucho. Guillermo, en particular, es un gran lector. Me interesa mucho lo que opina y le he mandado mis manuscritos. Puedo conversar con él sobre mis textos, pero también sobre cualquier cuestión literaria y de la industria editorial”.
En uno de los últimos viajes de Schavelzon a Buenos Aires, la Unión de Escritores y Escritoras organizó en la casa de Piñeiro una reunión en la que el agente les explicó cómo les convenía moverse. “Nos hizo una clase magistral, él conoce los dos lados del mostrador”, recuerda la escritora.
Para un escritor, conseguir un agente no es tarea sencilla No son tantos y tienen que encontrar algún rédito económico en su tarea. Esto último es complicado por dos motivos: el mercado editorial es acotado y, además, cobrar en el exterior dinero generado en la Argentina puede ser un incordio.
Pero en los últimos años, las agencias parecieran asumir el riesgo: tener un agente ya no es solo para los consagrados o para quienes han publicado varios títulos.
La directora de Indent, Andrea Montejo, contactó a Tamara Tenembaum luego de que publicara “El fin del amor. Querer y coger en el siglo XXI”.
“Ella siempre está vendiendo traducciones y circula mucho, después sale lo que sale, yo sé que magia no hace. Pero resuelve una cuestión práctica: a mí me cuesta muchísimo hablar de plata. Hasta tener una agente, yo agarraba todos los anticipos, no me sentía bien negociando porque no entiendo del tema”, explicó Tenembaum. (Télam)
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